Avalancha de recuerdos en O Portiño

La Voz A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Quince años hace que el vertedero de Bens se vino abajo. Vecinos, testigos y afectados cuentan como lo vivieron

12 sep 2011 . Actualizado a las 13:17 h.

El 10 de septiembre de 1996 Bens se vino abajo. Una lengua de basura se abalanzó sobre O Portiño y las 200.000 toneladas de desperdicios que enterraron a Joaquín Serantes dejaron marcada en la memoria colectiva no solo la imagen de una montaña desplomada. El vertedero, que durante días fue el centro de A Coruña en el mundo, dejó tras de sí un rastro tan penetrante que se ha fijado hasta en la forma de hablar. Desde entonces, «huele a Bens» es algo más que una coletilla compartida cuando el viento arrastra a la ciudad un hedor que, por conocido, es imposible no reconocer. Vuelve con él, antídoto contra el olvido, el recuerdo de lo ocurrido el día que la basura explotó ante una ciudad que, a golpe de desgracia, comprendió que ni siquiera lo que sobra se puede abandonar.

Quince años después, el 10-S sigue siendo una de esas fechas en la que casi todos recuerdan qué estaban haciendo cuando O Portiño tembló. Ramón Pérez Basich, convertido desde entonces en portavoz de los vecinos, estaba trabajando cuando se enteró de que la escombrera se había derrumbado. «No me dejaban salir, pero me fui a buscar a mis tres niños y a mi mujer, me puse nerviosísimo porque no los encontraba, hasta que un vecino me dijo que estaban en casa de una tía».

No sospechaba todavía que su vecina la montaña los obligaría a una mudanza que los llevó primero al Palacio de los Deportes de Riazor y después al albergue de Gandarío. Eran 65 familias, 300 personas. No pudieron regresar a sus hogares, los barracones de O Campanario, hasta el 13 de diciembre. Y hasta hace poco más de un año no lograron arrancar una compensación en forma de ayuda para arreglar sus hogares. «Nos trataron como perros -recalca-; solo mejoramos un poco gracias a Mario López Rico, ponlo por favor», insiste.

Sin medio de vida

Pero aquel día les robó algo más que la tranquilidad. «Después del señor que se murió, fuimos los grandes perjudicados, porque el 90 % trabajábamos recogiendo chatarra y metales en Bens», recuerda. Sin embargo, ni la puesta en marcha de la planta de Nostián les devolvió el medio de vida: «Pedimos que nos contratasen, nadie reciclaba como nosotros, pero tampoco», lamenta Basich. Quince años después, las reivindicaciones siguen siendo las mismas: «Una vivienda y un trabajo digno».

José Nogueira se estrenaba casi como concejal de Seguridad Ciudadana. Acababa de dejar a sus niños en el colegio cuando recibió la noticia. «Cuando llegué, pensé que tenía que haber varios muertos debajo». La búsqueda infructuosa de Serantes es su recuerdo más amargo de un episodio que, sin embargo «despertó la conciencia ecológica e hizo que A Coruña fuese pionera en buscar alternativas al tratamiento de basuras». Una reflexión más le quedó de lo ocurrido: «Si de algo nos dimos cuenta en el 96 es de que la basura es un gran negocio, y de que no solo jamás se acabará, sino que cada vez habrá más».

Antoñeta Regueiro, de Cruz Roja, vivió muy de cerca las operaciones que movilizaron a más de 300 personas en la búsqueda del hombre de 58 años que engulló la basura. «Durante los días siguientes, ese olor fue el que tuve en mi nariz, en mi ropa, en mis zapatos, en mi pelo, en todas partes... hoy al olerlo, siguen viniendo a mi memoria todas las horas que viví allí con mis compañeros».

También Carlos Garrido Chicote era voluntario de Cruz Roja, uno de los primeros en llegar a la zona cero, donde se juntaron once ambulancias en los primeros momentos. «Ya me dijeron que me subiese a una ambulancia porque se había caído un muro atrapando a mucha gente... Al llegar nos encontramos con la sorpresa». Recuerda que «había mucho nerviosismo porque faltaban un montón de personas de O Portiño que se sospechaba que estarían enterrados bajo las toneladas de basura». Aparecieron todos, salvo el hombre que lavaba el coche en el lavadero que entonces había en la zona. Precisamente para David Díez la desaparición de Serantes es lo que no se puede olvidar. «Recuerdo aquella catástrofe muy claramente porque viví el sufrimiento de una familia afectada», relata. Su profesor era hermano de la víctima. «Fueron días, semanas y meses muy duros. En la ciudad sufrimos olores, pero aquella familia sufrió la pérdida de una persona, una persona que dejó mujer y creo recordar que un hijo», apunta. La visita del barco de Greenpeace, las gentes que perdieron sus casas, la porquería en la playa... forman parte de esa particular galería de imágenes. «Desde lejos parecía una montaña negra, pero en realidad era toda nuestra porquería, debajo de la cual, por desgracia, se encontraba un ciudadano, una persona que solo fue a pasear», reflexiona.

«Sigo viendo Bens de milagro»

Javier Gómez Pérez pudo haber corrido la misma mala suerte que Serantes. «Sigo viendo Bens de milagro», cuenta, ya que «aquellos días, mi madre y yo íbamos a pasar las tardes a aquella pequeña y tranquila playa de O Portiño, dejamos de ir unos días porque fuimos a la aldea. Si llegáramos a ir, quizás no estaría escribiendo ahora estas letras».

Sobre las causas, se habló de la acumulación de gases, de las grietas producto de las explosiones, de las filtraciones de lixiviados, de la desestabilización por el agua producto de los constantes incendios, de la excesiva verticalidad del talud de basuras... Para Carlos, vecino de Visma, que aquella mañana persiguió monte a través (la carretera estaba cortada) a las sirenas de ambulancias que «subían a todo lo que daban» hacia O Portiño, las razones de aquel «panorama terrorífico» sobre la playa, el bar y el puerto en el que tantas veces había estado fueron otras: «Se dice que era una montaña en llamas permanentemente, había muchos incendios, los bomberos se pasaban muchos días apagando los fuegos exteriores, aunque en el interior, no paraba de arder. Era una montaña con vida interior que un día decidió cambiar de lugar...».

«Nosotros fuimos los grandes perjudicados: el 90% vivíamos del vertedero»

Ramón Pérez Basich

«Si de algo nos dimos cuenta en el 96 es de que la basura es un gran negocio»

José Nogueira

«En la ciudad sufrimos olores, pero aquella familia sufrió la pérdida de una persona»

David Díez