La crisis agudiza el ingenio comercial

Ángel Varela A CORUÑA/LA VOZ.

A CORUÑA

La situación económica obliga al pequeño comercio a solventar con imaginación la necesidad de llamar la atención para que los clientes entren en sus negocios.

04 oct 2010 . Actualizado a las 15:06 h.

El disfrute de la lectura no se ciñe en A Coruña a las bibliotecas. Un observador de los escaparates puede gozar con mensajes escritos que podrían conformar una ingeniosa antología de textos que confirma que la publicidad es, a veces, un arte. Centros del pequeño comercio local como la calle Barcelona, la Torre, General Sanjurjo, la Gaiteira o San Andrés luchan contra la galopante crisis económica con imaginación, cuyo ejemplo más visible son los carteles que la mente del dueño del negocio ha desarrollado en largas horas detrás del mostrador.

Uno de los clásicos de este subgénero literario que podríamos llamar cartelística es Manuel Fernández, fundador hace 32 años de La casa de las zapatillas, y que ofrece en la calle Panaderas abundantes ejemplos de artesanales letreros que funcionan a modo de haikus de la zapatería. Frases que remiten a viejas sentencias como «son tan cómodos que dan ganas de dormir con ellos puestos», eslóganes que además de anunciar unas botas aconsejan visitar con ellas puestas «la playa de las Catedrales o tal vez el refugio de Verdes (Carballo)», o referencias a éxitos del pop gallego como «A Santiago voy, ligerito caminando con unas Paredes» adornan los escaparates de una tienda cuyo gerente no duda en aprovechar las fotos de famosos como Boris Izaguirre para anunciar unos botines iguales a los que el tertuliano-escritor-presentador luce en la imagen. «Muchas veces me inspiro en las noticias que leo en los periódicos y revistas. También saco ideas de los viajes que hago en vacaciones», señala Manuel sobre sus creaciones publicitarias. Sus ideas contribuyen a luchar por el mantenimiento de un negocio que Fernández explica debe pelear «contra la crisis y todos los impedimentos que la administración le está poniendo a las tiendas tradicionales, ya sea en forma de problemas de aparcamiento -no nos dejan ni descargar la mercancía tranquilos-?, la mala regulación de horarios comerciales o los vendedores de los mercadillos que no tienen licencia fiscal o que directamente venden marcas falsificadas». A pesar de todos los problemas que debe afrontar este empresario -«el actual es el peor momento económico que yo he visto en el sector del pequeño comercio en 32 años»-, su norma a la hora de escribir los mensajes que aparecen en sus cristaleras pasan por «salpicar frases con algo de humor, pero sin hablar mal de nadie».

Compran menos

Más directo, pero no menos humorístico, es el responsable del también histórico bazar Barrós, situado en la calle Barcelona y que ilustra una olla de cobre y un plato de madera con la claridad que destila la frase «falta el pulpo». El mismo estilo utiliza a la hora de publicitar un jamonero. «Falta el jamón», avisa. Con menos humor se toma el dueño una crisis que señala influye en su negocio de modo que la gente «solo compra cosas pequeñas». Los ejemplos de esta afirmación se suceden en diez minutos de estancia en la tienda: media docena de clientes han entrado en el local en ese breve lapso de tiempo, pero lo más caro que se ha despachado ha sido un portalámparas. «Para comprender la situación, solo hay que ver la cantidad de bajos comerciales que hay cerrados en la calle Barcelona. Nunca había pasado», señala.

Empresaria esotérica

Aparte de carteles artesanales, los rótulos de neón también muestran en ocasiones una buena dosis de ingenio. Es el caso de la tienda El mundo mágico de Tituba, más parecido al título de una película que al nombre de un negocio. Ángeles es la dueña de este comercio especializado en todo lo que rodea al esoterismo. Abrió sus puertas cuando la crisis económica ya estaba instalada en la sociedad, y explica que aguanta los malos tiempos que corren gracias a que compatibiliza la venta de objetos relacionados con la imaginería religiosa o diversos rituales mágicos con su profesión de echadora de baraja española. El nombre de su tienda surgió de un personaje histórico. «Era una esclava de Salem (EE.?UU.), que consiguió escapar de la quema de brujas en ese lugar», relata para explicar como Tituba llegó a la calle Barcelona.