Un pulso que muestra las grietas del liderazgo del presidente dentro del PSOE
A CORUÑA
La resistencia numantina de Tomás Gómez a dejarse liquidar políticamente es la demostración más palpable de las grietas que empieza a presentar el liderazgo de Zapatero dentro del PSOE. Más allá de los choques con José Montilla y el PSC -que es un partido hermano-, hasta ahora se habían oído críticas de algunos ex ministros -Sevilla, Solbes, Molina-, algunos toques de los barones -con Barreda a la cabeza-, pero no desafíos en toda regla como el que está planteando el secretario general del PSM.
Gómez desoyó el 15 de julio a Manuel Chaves, enviado por Zapatero para hacerle ver que no debía ser el candidato. Tampoco reaccionó cuando el lunes el presidente dejó clara su preferencia por Trinidad Jiménez, a quien colmó de elogios mientras se limitaba a valorar el trabajo hecho -en pasado- por Gómez. Ni siquiera al ser llamado a capítulo a La Moncloa dio marcha atrás, por lo que Zapatero tuvo que aplazar la cita.
El pulso del que fue alcalde más votado de España, a quien catapultó al frente del PSM el propio Zapatero, marca el fin de la incuestionable autoridad de este -y de José Blanco- dentro del PSOE. Y será así aunque Gómez dé finalmente su brazo a torcer, porque si esto sucede se verá como una imposición autoritaria, muy alejada de lo que siempre ha defendido el presidente.