A un año de la inauguración de su nuevo proyecto y en el 25.º aniversario del Planetario, el divulgador recuerda la «revolución» científica en la ciudad
07 jun 2010 . Actualizado a las 13:12 h.Ramón Núñez Centella (A Coruña, 16 de agosto de 1946) fue un jardinero de museos en su ciudad. Cultivó tres que no son cualquier cosa. Son admirados en todo el mundo. Como su creador. Una historia como la suya deja necesariamente huella. De ahí que el viernes recibiese un homenaje de esos que «el organismo no está preparado para asumir debido a tal sobredosis de cariño». Este químico, profesor, gestor o divulgador científico, después de abandonar el timón de los Museos Científicos Coruñeses, se ha partido en mil para engrandecer el Museo Nacional de la Ciencia y la Tecnología, que dirigirá, cómo no, en su ciudad. ¿Alguien duda de que una criatura suya vuelva a ser portada del New York Times o de Newsweek ?
-¿Se ha recuperado ya de esa sobredosis de cariño y admiración que recibió de sus amigos este viernes?
-Uno no puede desprenderse fácilmente de las sensaciones de un acto tan emocionante. No soy capaz de encontrar palabras para explicarlo. Solo puedo decir que no puedo estar más agradecido. Veo el esfuerzo que ha hecho tanta gente para venir desde ciudades de toda España. En la vida estamos acostumbrados a asimilar pequeñas dosis de alegría de vez en cuando, al ver a un amigo que llevas tiempo sin hablar con él, al leer una felicitación de alguien a quien admiras... Pero lo del viernes fue como recibir una descarga de cien alegrías juntas, y el organismo no está acostumbrado a recibir tal sobredosis de cariño.
-¿Quién era Ramón Núñez antes de levantar el Planetario?
-Un químico que diseñaba reactores para quitarle el azufre al gasóleo y que un día decidió dejar la industria para dedicarse a la educación. Como mis padres, mi abuelo, mi bisabuelo y mi tatarabuelo. Así que desarrollé mi vocación en el colegio Santa María del Mar, donde el aula fue mi hábitat durante 14 años, interrumpidos por mis estudios en Estados Unidos. Fue en jesuitas, de la mano de Jesús Garrido, cuando empecé a llevar la didáctica de las ciencias.
-¿Cómo fue que empezó a trabajar con el Ayuntamiento?
-Porque Paco Vázquez ganó las elecciones municipales y me llamó para llevar el servicio municipal de Educación. Me encontré con un mundo educativo pobrísimo, con 40 aulas en barracones, garajes o pisos. Paco me dijo que había que construir unidades escolares y dotarlas de todo lo que yo disponía antes en Santa María del Mar. Hicimos seis u ocho colegios nuevos.
-¿Usted ponía las ideas y Francisco Vázquez el dinero?
-Fue un trabajo conjunto. A Paco Vázquez nunca le tuve que pedir un museo; él ya se adelantaba. Y claro, ganaba elección tras elección, y claro, así se podían convertir las ideas en proyectos. Había una continuidad que se retroalimentaba. Empezaba en una ilusión, la seguían la idea, el proyecto y, finalmente, la realidad.
-¿Cómo se gestó el primero de los museos?
-Teníamos un palacete en Santa Margarita que no se sabía muy bien qué hacer con él. Y se nos ocurrió hacer un museo interactivo de ciencia, como los que había en Estados Unidos o en Barcelona, pero de iniciativa privada. Esa fue la gran revolución del Ayuntamiento, lograr que con el presupuesto municipal dedicado a la cultura se popularizase la ciencia. No había ni un solo museo científico en España creado así. Le dimos a la ciencia lo que antes se le daba a la ópera. La colocamos en primera división y la sacamos de la segunda con mucho esfuerzo, cariño y dedicación.