El espíritu de las Navidades futuras

A CORUÑA

07 dic 2009 . Actualizado a las 10:28 h.

El 19 de diciembre de 1843 salió a la venta en Londres un libro de 80 páginas escrito por Charles Dickens y titulado Un cuento de Navidad. Su protagonista, Ebenez Scrooge, un anciano huraño y sin escrúpulos que ya desde las primeras páginas causa repulsa, recibe la visita de tres fantasmas. El espíritu de las Navidades pasadas, de las presentes y, muy especialmente, el de las futuras, le harán reconsiderar su forma de pensar y de actuar de tal manera que, al final del cuento, todos los lectores acabaremos sintiendo cariño por este personaje reconvertido en abuelo alegre y generoso hasta la exageración.

El espíritu de las Navidades futuras, el que acaba por convertir a Mr. Scrooge en una persona normal, se nos ha aparecido en la comarca esta semana, aunque vistos los precedentes, pues ya se nos han aparecido unos cuantos más, es dudoso que le vayamos a hacer mucho caso. Quizás porque somos ya una sociedad adulta y no nos tragamos los cuentos infantiles... Primero surgió de las cenizas de parte del Alfonsetti, que ostentó mientras estuvo abierto el récord de ser uno de los cines más antiguos de España. A través de sus escombros salió a la luz la cruda realidad del casco histórico de Betanzos, una de las joyas de la arquitectura gallega, tan alabado como ninguneado. El espíritu de las Navidades futuras nos ha revelado su destino: un Betanzos devastado, huérfano, con un único habitante, la piqueta. El espíritu de las Navidades pasadas y el de las presentes nos han mostrado por dónde irán los tiros. Es muy probable que en unas semanas apenas queden rescoldos de una noticia que debería abochornar a muchos: más de cien casas del casco viejo betanceiro no solo dan pena por dentro, sino que son un peligro para los viandantes, sin que nadie en toda la clase política se haya sonrojado. Por cierto, ¿alguien ha pedido de verdad responsabilidades a los propietarios de esas ruinas?

El espíritu de las Navidades futuras se ha aparecido también en la ría de O Burgo, cuyas aguas comparten cuatro ayuntamientos. Lo que en cualquier lugar del mundo se consideraría un regalo caído del cielo, aquí es un estorbo, una cloaca, detritus movedizos que las administraciones prefieren rehuir salvo cuando toca prometer en vano o hacerse la foto. Esta semana se han producido tres vertidos, tres, a la ría. Y todos han mirado para otro lado, como si nadie tuviera competencias ni responsabilidades en ello. El caso de Bunge, con un silo humeando desde hace meses como si fuera la antorcha olímpica, es paradigmático. ¿A quién le preocupan esos humos?, ¿a quién le importa que la ría se muera?, ¿será que está mejor muerta que agonizando en las conciencias?

Puede que un día, cuando el más joven de los habitantes de esta comarca tenga la edad del Ebenez Scrooge del cuento de Dickens, por fin nos tomemos estas cosas en serio. Quizás entonces sea ya tarde para cambiar el final de la historia, porque la realidad no siempre tiene el desenlace de los cuentos navideños.