Cientos de personas despiden al niño que se ahogó en Mera

A CORUÑA

31 jul 2009 . Actualizado a las 11:36 h.

Tanto la explanada y las calles aledañas al cementerio municipal de San Amaro como el propio recinto del camposanto coruñés se quedaron pequeños. Cientos de personas acudieron ayer al mediodía al entierro de Emilio Valín Sánchez, el niño de 12 años que en la tarde del pasado martes murió después de un accidente cuando practicaba pesca submarina acompañado de su padre en las inmediaciones de la playa de Espiñeiro, en Mera.

Los amigos de sus padres, Emilio Valín y María Milagros Sánchez, como del resto de los familiares del pequeño, encabezados por su abuelo, Pedro Sánchez Tamayo, ex jefe de la Demarcación de Carreteras, quisieron testimoniarles su solidaridad y mostrarles sus condolencias. A las exequias también acudieron el alcalde de Oleiros, Ángel García Seoane, y la casi totalidad de los socios del Club Náutico Oza-O Puntal, al cual pertenecía el pequeño Emilio Valín.

A pesar de que el cortejo fúnebre salió a la hora prevista, a las once y media de la mañana, del tanatorio Servisa, los padres del niño se adelantaron al séquito, y estuvieron casi una hora a solas, abrazados y llorando por las inmediaciones del cementerio donde se iba a enterrar a su hijo mayor. Muchos viandantes anónimos coincidieron con el matrimonio y no dudaron en darles el pésame y mostrarles sus condolencias.

Exequias

Tanto Emilio como María Milagros salieron del cementerio de San Amaro en el momento en que llegó a la explanada el coche fúnebre. Portaba el ataúd blanco que contenía los restos de su hijo. Mientras el abuelo del pequeño, Pedro Sánchez Tamayo, y otros miembros de la familia portaban el féretro, los apenados padres encabezaban abrazados el cortejo fúnebre hasta el pasillo donde se encontraba el nicho.

El párroco que ofició las exequias cristianas trató de infundir ánimos «a estos padres que ven apenados el corto tiempo que pudieron pasar con uno de sus hijos», dijo.

Durante todo el servicio, en las oraciones y en las lecturas bíblicas, María Milagros no fue capaz de acallar su llanto. Su marido no se desprendió de ella en ningún momento y sollozando trataba de calmarla.

Al finalizar el ritual de las exequias, la madre del niño fue sacada del camposanto, mientras el padre y el resto de la familia recibieron las condolencias de aquellos que quisieron darle el último adiós al pequeño Emilio.