Una cocinera que elabora tortillas de marisco y poemas

Pablo Portabales pablo.portabales@radiovoz.com

A CORUÑA

25 nov 2008 . Actualizado a las 02:52 h.

Raciones de poesía. El 4 de diciembre presentará en la librería Arenas su tercer libro, Préstame tu voz , que fue finalista del II Premio Internacional Rubén Darío . Me lo cuenta en su recién inaugurado bar Fin da Terra, especializado en tortillas de mariscos que ella misma prepara. La cocinera-poeta es Branca Vilela , nacida en A Coruña pero vinculada de siempre a Fisterra, de donde es su familia. Son las cinco de la tarde y en el bar de la calle Bolivia despacha algún que otro café y de vez en cuando le da al mando de la máquina de tabaco. Mientras tanto, presume de su buena mano para elaborar las tortillas y de su trayectoria literaria. «Las hago de navajas de Finisterre, de cigalas o de langosta. También preparo unas paellas de marisco en el que cuesta encontrar el arroz», destaca. Le pido que deje los huevos y las patatas y que me hable del papel y de la tinta. Trabajo comprometido. «Es un libro de denuncia en el que abordo el tema de las violaciones, la inmigración o la violencia de género», apunta. Los beneficios del libro irán destinados a Amnistía Internacional y una representante de esta organización, Arantxa Espinosa , acudirá a la presentación junto con personas vinculadas al mundo literario como Xulio Valcárcel , Chema Paz Gago o Basilio Rodríguez Cañada . En el cartel anunciador aparece el nombre del alcalde de Fisterra, que estaría encantado en el bar porque en la pared están pintado un mural que representa a este municipio. Ahí tienen a Branca con una de sus tortillas y con sus dos primeros libros, Anclas varadas en la memoria y A faciana das augas , con el que consiguió importantes reconocimientos. «En un recital en Rianxo me conoció una profesora norteamericana que se interesó por mis obras. Gané premios en Estados Unidos escribiendo en gallego y me pagaron el viaje para dar conferencias en distintas universidades como la de Illinois o Dakota», relata esta caja de sorpresas de pelo rubio. «Mientras cocino escribo poemas», sentencia.

De una cocinera-poeta a Juan José Suárez Losada , un notario-escritor. Este polifacético coruñés residente en Barcelona presentó ayer en la sala de cultura del Sporting Club Casino tres obras que llevan por título Anacos , Diagonales y Diagonales dos . La primera de ellas, por ejemplo, está traducida al persa, al vietnamita, al chino, al árabe y, por supuesto, al inglés, antes de que la editorial Endymion editase la versión en castellano presentada ayer. «Lo del título Anacos es un acto de galleguismo intencionado. Nunca perdí las raíces y los críticos dicen que se nota la ironía gallega en mis libros», comenta Suárez, que hasta ahora había publicado todos sus libros en el extranjero. Dice que en Anacos hay narraciones cortas y que en los otros dos trabajos hay aforismos, pensamientos, descripciones de personajes... «Es una mezcla de géneros que la crítica a veces califica de indescriptible», apunta el autor, que ayer estuvo acompañado por el catedrático de Filología de la Universidade da Coruña Ricardo García Mira . La novela de un presidente. Les hablé de los libros de una cocinera y de un notario y ahora les cuento que el presidente del Club del Mar de San Amaro, M anuel Lugrís , presentó ayer su primera novela. «Es la primera que presento pero no la primera que escribo», matiza. Bajo el título de Liliput narra el proceso social posterior a la transición democrática en A Coruña y en especial en el barrio de Monte Alto. «Unos se acomodaron a las circunstancias y otros se vieron defraudados», reflexiona poco antes de la presentación en la librería Sisargas de la calle Curros Enríquez. Unos amantes del jazz a los que les sonó la flauta. Les cuento una anécdota de la semana pasada. A Pedro se le cayó encima el piano de Chick Corea . Se pasó más de dos horas a la cola de la Fundación Barrié y cuando ya estaba a punto de llegar a la taquilla comunicaron que se habían agotado las localidades. «Ya solo teníamos 10 personas delante», se lamenta Pedro Rodríguez , veterinario de 28 años. Uno de los amigos que le acompañaban se fue para casa a escuchar, pero Pedro y su amiga Rosalía no se resignaron. «Cogimos una cartulina de una fiesta, le dimos la vuelta y escribimos en letras grandes: 'Entradas???'», relata este aficionado a la música. Se apostaron en las escaleras del Palacio de la Ópera donde les esperaba la diosa fortuna. «Unos señores que andaban por allí nos dijeron que les sobraban dos porque unos amigos no pudieron asistir», comenta. Felices y contentos accedieron al recinto y pasaron la cartulina-milagro a otros que estaban en situación idéntica a la suya. «Después los vimos dentro así que el sistema volvió a dar resultado», analiza Pedro que considera que el concierto fue «impresionante». Más o menos igual de impresionante que su suerte. A Pedro y a Rosalía les sonó la flauta.