Napoleón entró en A Coruña... 199 años después

R.?V. / R.?D.

A CORUÑA

18 ene 2008 . Actualizado a las 21:18 h.

No el emperador, sino su tatara-sobrino-nieto, entró ayer donde el gran Bonaparte no lo hizo hace, exactamente, 199 años. Precisamente la conmemoración del aniversario de la batalla de La Coruña -como se conoce a la de Elviña- trajo hasta la ciudad herculina al descendiente del conquistador, no sin sorpresa para el propio ponente, Charles Napoleón.

«No sabía que aquí tenían tanto interés por esta etapa de la historia», confesó ayer el diputado galo de centroizquierda, acostumbrado a divulgar las hazañas familiares hasta en el Lejano Oriente. «En Japón les interesa mucho Bonaparte», señaló.

Charles Napoleón ve en su antepasado un precursor de la globalización, pieza inexcusable para explicar la construcción de Europa, buena parte de las estructuras administrativas y también un personaje que en su ánimo imperialista se tropezó en la guerra de España -de la Independencia por estos lares- con el poder de las guerrillas. Fue, aquella, un punto de inflexión, consideró, y «la batalla de La Coruña, medio victoria, medio derrota; los ingleses se fueron, pero después volvieron», recordó. De eso hace 199 años, cuando Napoleón Bonaparte se quedó a las puertas de Galicia, en Astorga, reclamado por otras obligaciones bélicas. Dejó al mando de Soult sus tropas, que dieron muerte a sir John Moore. Ayer, el conferenciante no quiso retratarse junto a su tumba -«Muy triste», dijo-, y eligió hacerlo frente al busto que en el coruñés jardín de San Carlos rinde tributo al general inglés. «La historia es el pasado, no tengo nada que decir de las personas que estuvieron en contra de Napoleón. Yo tampoco lo defiendo».

Su intervención en el Sporting Club Casino, como la creación de la Federación de Ciudades Europeas Napoleónicas, responde más que cualquier otra cosa al interés por la divulgación cultural y, de paso, la promoción turística. «No soy bonapartista, soy republicano y demócrata; soy yo mismo, pero asumo la historia de mi familia como parte del patrimonio de Francia y de Europa», concluyó muy cerca de esos «balcones sobre el puerto» (así definió las galerías de la Marina) que su tataratío no pudo ver.