Es una máquina. Hasta ayer por la tarde, en los sesenta años de vida de la única Escuela de Náutica de Galicia, ninguna mujer había obtenido la máxima titulación académica y profesional. Sonia Cabado Sánchez, coruñesa de 31 años, es la primera jefa de máquinas gallega y la novena española que consigue completar la citada formación, según informa la Dirección General de la Marina Mercante. Tras obtener la licenciatura en la ahora denominada Escuela Técnica Superior de Náutica y Máquinas de A Coruña, comenzó un obligatorio período de prácticas en los océanos del mundo. «Estuve 25 meses y medio en petroleros y quimiqueros por el mundo adelante. El lugar más lejano al que llegué fue Georgia, en el mar Negro», recuerda.
Nació cinco meses antes de la catástrofe del Urquiola , el accidente del Mar Egeo la cogió en el instituto Rafael Dieste, donde estudió bachillerato y, en el quinto aniversario del Prestige , esta coruñesa acostumbrada a ver petroleros poniendo en peligro su tierra, defendió un exhaustivo trabajo sobre Prevención y lucha contra la contaminación . «Los que navegamos sabemos que puede haber desgracias y hay que estar muy preparados y concienciados. Cuando hace cinco años empecé con las prácticas es verdad que vi sentinazos, pero en los últimos tiempos todo ha cambiado, hay más conciencia y los barcos son mucho mejores», reflexiona poco antes de pasar la última prueba de su brillante trayectoria.
En unos días regresará a su trabajo en un compañía naviera en la que ejerce de primer oficial, aunque ahora con el título bajo el brazo que le permite «dirigir toda la maquinaria de un barco», apunta esta gallega a la que resulta difícil imaginar ocho meses al año con un buzo naranja manchado de grasa. La primera vez que embarcó coincidió que era la única mujer entre más de veinte hombres, pero dice que nunca tuvo problemas por esta circunstancia y que cada vez hay más presencia femenina en los grandes barcos.
Habla de la gran ilusión que le supuso entrar en el puerto de A Coruña en un petrolero. «Desde la sala de máquinas no se ve nada, pero hice una escapadita a la cubierta. Me encantó», revela.