Nóvoa y Valente funden sus cenizas

A CORUÑA

El libro «Alén», que incluye versos inéditos del poeta ourensano, fue presentado en la galería Ana Vilaseco, donde se expone toda la obra gráfica que ilustra el volumen

17 sep 2007 . Actualizado a las 11:32 h.

El acto anunciado consistía en la presentación del libro Alén, en el que por primera vez aparece publicado un poema de José Ángel Valente, y la apertura de la exposición con la obra gráfica que ilustraba el volumen, cuyo autor es Leopoldo Nóvoa. El lugar era la galería de arte Ana Vilaseco. Lo que podía ser un correcto y frío encuentro de artistas se convirtió en algo un tanto distinto. Para empezar, este espacio es en realidad una acogedora casa, con nombre de galería de arte, que conserva sus techos altos, sus maderas y sus divisiones interiores. Ejercía de anfitrión todo un caballero, Leopoldo Nóvoa, con su barba canosa, su bastón y su palabra siempre acogedora. Colaboraban con él personas como Miriam López, la elegante responsable de la galería, o Rocío Santacruz, esa gallega que ha puesto en marcha la editorial Raíña Lupa, editora de este volumen, y a la que acaban de fichar en Cataluña como si hubiera nacido frente a la fuente de Canaletas para llevarla en la comitiva cultural que llevarán a la próxima feria de Fráncfort.

En una de las habitaciones conversan Antón Llamazares y Carlos Oroza. Poco a poco la sala se va llenando. Y tras los saludos las palabras, como las de Claudio Rodríguez Fer, autor del prólogo del libro y que va contando cómo las cenizas con las que trabaja desde hace años Leopoldo Nóvoa se han fundido con los versos de José Ángel Valente, que ya en su primer libro, hablaba de esas cenizas.

Y al acabar, la explosión: Oroza, micrófono en mano, anuncia un poema, corto «porque yo ya me olvido de los poemas» (Más tarde confiesa que esto no es del todo cierto, «lo que pasa es que no puedes hacerte pesado»). Un crío de primera fila, hasta entonces en permanente movimiento, queda estático. Oroza esparce con fuerza sus versos entre los invitados, a los que enfoca con sus ojos vivísimos, como faros. Sólo dos poemas, pero sigue encandilando. Alguien recoge al vuelo una frase de Oroza, quizá fruto de sus largos paseos: «Los solitarios nos miramos mucho». El poeta confiesa, casi con las mismas palabras de la canción de Manu Chao: «La Coruña me gusta mucho, es llana, tiene algo...».

Luis López Gabú va haciendo fotos e inventa una en la que los retratados aparecen «apañando as palabras» que cuelgan de las paredes. Llamazares va más allá y coloca su copa de vino para recoger las frases colgadas. Xavier Seoane hace presentaciones y habla de poesía con Olga Patiño y Luz Pozo Garza.

Leopoldo Nóvoa recuerda que además de las ilustraciones del libro hay otras obras en la exposición. Vinos, canapés, conversaciones, fotos y anuncios de próximos encuentros consumen dos horas. Poco a poco la sala se va vaciando. Miriam Pérez va despidiendo uno a uno. Al bajar las escaleras Carlos Oroza apunta su viejo deseo de dar un recital en la ciudad, quizá en el teatro Rosalía de Castro. Con sus ojos vivaces resume: «La poesía es una forma de vivir».