Los «solitarios» abandonan el puerto coruñés rumbo a Francia

A CORUÑA

19 ago 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

a coruña | Los cuarenta y cinco navegantes «solitarios» abandonan este mediodía la bahía coruñesa para poner rumbo a Les Sables d´Ollone (Francia). De esta manera inician la cuarta y última etapa de Le Figaro, que comenzó el pasado 21 de julio.

A las tres de la tarde, las embarcaciones se posicionarán en una boya del dique de Abrigo, para irse a una boya a altamar, regresar hacia el dique y después salir definitivamente hacia Francia. La salida será visible desde cualquier punto de la costa, pero los mejores puntos observatorios están situados en el monte de San Pedro, la torre de Hércules, el dique de Abrigo o Bastiagueiro, Santa Cruz y Mera.

Los navegantes han tenido cinco días, desde que tocaron puerto el pasado miércoles de madrugada, para preparar las embarcaciones. Según la organización, «el tiempo libre lo distribuyen ellos a su manera, entre preparar el barco y el ocio en la ciudad». Mientras algunos disfrutaban de unas cañas y pinchos por el centro de la ciudad, otros aprovecharon para introducir los datos meteorológicos en el ordenador y preparar las estrategias de la cuarta etapa que decidirá la regata.

Durante estos cuatro días los navegantes sólo tenían un objetivo: descansar. Y es que la tercera etapa con meta en A Coruña ha sido calificada por casi todo los participantes como «muy complicada».

Difíciles momentos

La mayoría de los navegantes reconocieron que llegaron a sentir miedo en algún momento, incluso alguno vivió situaciones complicadas. Liz Wardeley, una de las dos chicas que participa en la competición, se cayó al mar por culpa de una ola que la cogió desprevenida y quedó colgada de los arneses durante unos minutos que le parecieron «eternos» hasta que logró volver a la cubierta gracias a otra ola que la impulsó.

«Tuve miedo. Después de eso, me senté al timón, lloré durante unos diez minutos y cuando acabé de llorar, grité a pleno pulmón. Entonces me sentí capaz otra vez de reincorporarme a la carrera», describe Liz Wardeley. «Al final, esta etapa me ha salido un poco cara en relación a mi puesto en la general, pero estoy bastante contenta de cómo he navegado», añade. La joven australiana reconoce que para este tipo de carreras es necesario un entrenamiento «tanto físico como mental». Además, los navegantes aprovecharon su estancia en tierra firme para degustar buenos alimentos, ya que en altamar sólo se alimentan de comida «seca». «Tienen sobres con comida, que se prepara calentando con agua, pero muy malos», señala la organización. El alimentarse bien es uno de los puntos clave para conseguir sus objetivos, sin embargo no siempre se consigue. «Yo lo hice mal, los primeros días me comí lo que ya venía preparado, y cuando al final las cosas se pusieron feas en el mar, y necesitaba energía no perdí tiempo en prepararme los alimentos, y eso me perjudicó», explica Wardeley Liz.

Esta joven australiana de 27 años empezó a navegar en solitario hace cuatro años, los mismos que hace que compite en esta regata. Aunque llama la atención la escasa presencia femenina en el amplio colectivo, Wardeley puntualiza que esto no supone ningún problema para ella. «Cuando salgo a navegar intentó olvidar que soy chica y me siento como una competidora más, con las mismas posibilidades que un hombre», señala la joven que finalizó la tercera etapa clasificada en el puesto número veintiséis.