A Coruña reflota su historia naval

Francisco Espiñeira Rubén Ventureira A CORUÑA

A CORUÑA

Reportaje | Los tesoros submarinos del Golfo Ártabro Una asociación local busca financiación para recuperar los restos de los siete transportes británicos que yacen frente al castillo de San Antón desde 1809. Además, un historiador coruñés propone una expedición similar a la zona donde está «La Ragazzona», de la Armada Invencible

23 oct 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

Dos iniciativas proponen la recuperación de los restos de sendos barcos hundidos en el Golfo Ártabro, ese inmenso y poblado cementerio marino. La asociación Royal Green Jackets, apoyada por un grupo de submarinistas, busca financiación del Ayuntamiento coruñés para realizar una excavación arqueológica en las aguas del puerto, frente al castillo de San Antón, donde yacen los pecios de siete transportes británicos de la flota de Sir John Moore. Por otra parte, el investigador Luis Gorrochategui Santos se ha puesto en contacto con las autoridades civiles y militares para proponer que se recuperen los restos de La Ragazzona , nao de la Armada Invencible que naufragó en Cabo Prioriño, cerca de donde se está construyendo el puerto exterior de Ferrol. Royal Green Jackets se movió antes. El alcalde conoce desde hace dos años su proyecto, que no se había hecho público hasta ahora. Los promotores de la idea son Alejandro Caramés, delegado de la sección de actividades subacuáticas del Club del Mar y miembro de la asociación, y el también submarinista y arqueólogo Miguel San Claudio. «Esa expedición es el sueño de mi vida», asegura Caramés. Los barcos británicos se hundieron el 17 de enero de 1809 durante una precipitada maniobra de retirada. Las tropas francesas del mariscal francés Soult acechaban por tierra y atacaban a cañonazos desde Os Castros. El fuerte viento del sur complicó aún más la situación. Ahí abajo siguen, 195 años después, conservados en fango a unos diez metros de profundidad. Caramés y San Claudio los han visto. «Se distinguen partes de los cascos. Y se puede recuperar mucho de lo que llevaban: ropas, piezas de artillería, utensilios...», detalla el primero. Gran Armada El otro pecio tiene más solera, pues data de diciembre de 1588. Martín de Bertendona, Gran Almirante de la flota de Felipe II, capitaneaba La Ragazzona , un barco con 1.549 toneladas de desplazamiento. La nao, de propiedad veneciana, era además la que dirigía toda la flota mediterránea -levantisca, en el argot de la época- del rey español. Como tal participó en la expedición de la Armada Invencible -que Gorrochategui prefiere definir como Gran Armada-. Pero tampoco pudo sobreponerse a los elementos. Huyendo del mal tiempo, se refugió en la ría de Muros, pero no tuvo tiempo a ser reparada. Bertendona recibió la orden de partir hacia A Coruña, donde había otras naves de la citada armada, para encontrar las piezas necesarias que permitieran su pronta devolución a Venecia y evitar así los gastos de su alquiler. Accidentada singladura Contra su voluntad, el gran almirante puso proa al norte a finales de octubre, pero una gran tormenta le sorprendió a la altura de Muxía. Con una pericia propia únicamente de un marino experimentado y la ayuda de dos balleneros vizcaínos que se encontraban en la zona, Martín Bertendona consiguió sortear el estrecho de las Sisargas sin partir su nao contra las rocas. El barco, que ya presentaba numerosos problemas, avistó la entrada de la ría de A Coruña a primeros de diciembre. Echó el ancla, bajó los pertrechos y parte del armamento y esperó a que amainara el tiempo para recalar en los astilleros. Cuando Martín de Bertendona creía haber superado todos los problemas, un nuevo temporal, con rachas de viento infernales, acabó por romper las jarcias y velas de La Ragazzona . Cañones usados Con el buque a la deriva, el final estaba cercano. Encalló en la ría de Ferrol, en punta Barbeira, aunque no hubo que lamentar muertos. Parte de la artillería se recuperó en su momento, se instaló en el castillo de San Antón y pudo ser utilizada para hacer frente al ataque inglés. Las olas dejaron en el esqueleto el armazón de madera. En el fondo del mar quedaron cinco cañones y un ancla de gran valor desde el punto de vista histórico. El investigador coruñés se ha puesto manos a la obra. Ha reunido toda la documentación posible y se le ha mandado a los responsables del Museo Militar coruñés, Leoncio Verdera, del Museo Naval ferrolano, Santiago González de Llano, y del Museo Marítimo del Cantábrico santanderino, José Luis Casado Soto. «Todos han mostrado un gran interés por lo que tiene de especial recuperar nuestra historia. Sería ideal que, además, se incorporaran a la iniciativa otras instituciones, como los ayuntamientos de A Coruña y Ferrol», propone.