«El hombre ha perdido capacidad para soportar el dolor de vivir»

R. Domínguez A CORUÑA

A CORUÑA

Luis Ferrer achaca a un «transtorno de personalidad complicado» la decisión de Lubitz.
Luis Ferrer achaca a un «transtorno de personalidad complicado» la decisión de Lubitz. monica ferreirós

«La vida duele». Lo recuerda en voz alta Luis Ferrer. Es psiquiatra. Y aunque no lo fuera trataría de encontrar razones a la sinrazón. Tarea difícil cuando su misión es curar el campo abierto, y sin dirección, del espíritu. Para la cordura no vale meter el tajo del bisturí, aunque en ella se enquiste la desgracia. Él escucha a diario muchos quebraderos y trata de encajar las piezas del rompecabezas para que, al final, se llegue a intuir lo que llaman salud mental. «Hay que pararse, parar la mente y pasmar un rato», dice.

29 sep 2022 . Actualizado a las 08:37 h.

Luis Ferrer es el responsable de Salud Mental del Juan Canalejo y preside la asociación gallega de esa especialidad clínica.

—¿Cómo andamos de salud mental?

—Me preocupa la baja tolerancia, generalizada, a la frustración. Alguien dijo que cuanto más fácil es la vida, más difícil resulta vivirla.

—¿A qué se refiere?

—Ahora los chavales sufren crisis de ansiedad por un examen y uno puede llegar a sentirse un miserable si no puede comprarse el último modelo de móvil.

—¿Por qué nos sucede esto?

—El hombre está enajenado, vive más en función de su entorno que de sí mismo, cuando, en sí, es un ser ensimismado, requiere cierto silencio y reflexión. Eso se cultiva poco. Estamos permanentemente entretenidos y así es difícil conocerse.

—Pensar también conduce a la locura.

—Hablo de pararte y parar la mente, de pasmar, de tener un tiempo para uno mismo. Está la vida pública y la privada, y después la propia, ese tiempo en el que no puede meterse nadie, ni tu pareja, ni tu hijo, ni nadie.

—¿La culpa es de la época que nos ha tocado vivir?

—Relativamente. Hay muchos factores, la prisa es un sino, las familias no son como eran, existe una sobredosis informativa y tendemos a vivir la vida de los demás en esta telépolis. El cotilleo sobre el vecino ahora es el Gran hermano o la Operación triunfo . Son viejas pulsiones y goces, mirar y mostrar, llevadas a un enorme escaparate. Todo se exhibe y se contempla y tendemos a los trastornos adaptativos, ansiedades y depresiones.

—¿Y eso es nuevo?

—No. Lo nuevo es que no tenemos capacidad para asumir las cosas de la vida. El hombre ha perdido capacidad para soportar el dolor de vivir, que no es el dolor de enfermedad. Somos carne de psiquiatra porque hay una medicalización de la vida cotidiana. Y no es bueno porque no fomenta los recursos del propio individuo, que busca siempre la solución fuera y refuerza su baja tolerancia. El sujeto no comprende las responsabilidad de su propia vida y en el momento en que se rotula como enfermedad, tiene que haber un profesional que se lo solucione. No tenemos más problemas que hace ochenta años, y sin embargo nos cuesta más afrontarlos.

—¿Por qué?

—Quizá al tener las necesidades básicas cubiertas, lejos de estar más tranquilos estamos más atacados. Antes tenías que partirte la cara para comer, y eso de alguna forma te hacía estar vivo. Ahora casi cualquier cosa puede descompensarte.