Los chalés del Camino Nuevo, un recuerdo de los viejos tiempos

La Voz

A CORUÑA

Sólo uno, en la esquina de Juan Flórez con la calle Ferrol, perdura entre un bosque de cemento Todavía hay unos pocos coruñeses que recuerdan su viejo nombre de Camino Nuevo. Así se llamó hasta comienzos del siglo XX a la actual calle Juan Flórez, bautizada en memoria del marino y político ferrolano que fue alcalde de la ciudad en varias ocasiones durante el siglo XIX. Juan Flórez quedaba en las afueras de la ciudad y en ella había numerosos chalés, además del extenso «leirón» del parque del Casino. Era una especie de frontera con el salvaje monte de Santa Margarita.

18 may 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

A Juan Flórez se la conocía no sólo por Camino Nuevo sino como carretera de Castilla. A izquierda y derecha de la vía se extendían enormes árboles que habían sido plantados en tiempos de Carlos III. De ese tiempo también eran los llamados ranchos de Buenos Aires , que estaban ubicados cerca de la esquina con la actual calle de Marcial del Adalid. Los árboles fueron derribados en los años 30, cuando el denominado Ensanche (del istmo que linda con Juana de Vega hacia el oeste) comenzó a adquirir forma. Los chalés, sin embargo, pervivieron durante bastantes décadas. Frente al leirón del Casino, esquina a la calle Ferrol, estaba el conocido como Casa Escudero, también por consulado de Cuba, que es el único que ha resistido a la voracidad inmobiliaria. Este palacete fue construido en 1913, siendo su autor el prestigioso arquitecto Eduardo Rodríguez Losada. La entrada es por la calle Ferrol a través del jardín, con una elegante escalinata. Valor histórico El catálogo del COAG apunta que este edificio posee un fuerte valor histórico y testimonial por representar una tipología muy frecuente en esta zona de la ciudad. Durante parte de la guerra civil del 36, el palacete albergó la delegación de Orden Público. En la misma acera del Parque del Casino estaba el chalé de Molezún, que duró hasta finales de los 60, cuando fue derribado para alzarse en su lugar el mastodóntico edificio Trébol. Contaba con dos plantas, destacaba por su amplitud y su porte señorial. Su único inconveniente era tener que oír durante los veranos la música de las orquestas que tocaban en la pista del Casino. En la acera de enfrente, esquina con Fernando González, estaban los chalés de Fariña, que eran dos aunque estaban adosados. Uno tenía la entrada por Juan Flórez y el otro por Fernando González. Este fue el que cayó primero, para alzarse en su lugar el polémico edificio Fisac, pues una vez terminado fue objeto de denuncia de un vecino de un edificio colindante, al que se le impedía ver el mar. Los tribunales fallaron que había que derribar las últimas plantas de la torre interior (que tenía doce pisos), aunque al final hubo arreglo e indemnización. Colegio Dequidt Paralelo a la plaza de Vigo estaba la entrada del colegio Dequidt, discreto edificio de dos plantas, con un amplio jardín que el paso del tiempo fue reduciendo con la construcción de bloques de casas que llegaron hasta el propio chalé. Hoy todavía resisten, en la plaza del Libro, los viejos árboles que daban abrigo al patio del recreo. El colegio, de enseñanza laica, era una modesta respuesta, con la Academia Galicia, al predominio religioso imperante en los años 40 y 50. A comienzos de los 60, el Dequidt cerró sus puertas.