Ciencia para reducir las probabilidades de extinción por vía bélica

Avelino Núñez Delgado AL HILO

CIENCIA

María Pedreda

06 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

A finales del siglo XIX, un filósofo aventuró que Dios había muerto. Entre otras cosas, eso suponía que el hombre —el ser humano— había alcanzado la mayoría de edad, la independencia de cualquier instancia superior, y se podía regir simplemente por su voluntad.

Desde entonces, dos guerras mundiales, dos bombas atómicas lanzadas sobre ciudades habitadas, otros múltiples conflictos armados y una serie de graves problemas de diversa índole, incluidas pandemias y amenazas globales de tipo medioambiental, como el calentamiento acelerado relacionado con actividades antrópicas, no indican que les haya ido mucho mejor al ser humano y al planeta a partir de los tiempos del vaticinio de aquel famoso pensador alemán.

Un libro publicado recientemente, en el que científicos de distintos países tratan sobre diversos problemas que afectan al planeta y sobre cómo afrontarlos, me hizo reflexionar sobre el tema de este texto, sobre cómo la ciencia podría contribuir a solucionar los riesgos más pronunciados que se derivan de los conflictos bélicos.

De hecho, si el ser humano se muestra incapaz de solucionar problemas cruciales, e incluso los crea o los agrava, tal vez sea el momento de invocar de nuevo a las deidades para que nos ayuden. Para algunas personas, los dioses en general podrían ser entendidos alegóricamente como el pensamiento o la conciencia global de la totalidad de los humanos. Pero, hoy en día, incluso aunque el 99,99 % de la población humana se pusiese de acuerdo para revertir la situación de riesgo de extinción debido a las armas de destrucción masiva (y, en particular, de las nucleares), bastaría con que unos pocos individuos activasen el número suficiente de ellas para acabar con prácticamente todos nosotros.

La ciencia y la técnica están en la base de la carrera armamentística, carrera que claramente no es la solución para acabar con los riesgos de daño masivo e incluso la extinción de los humanos y de gran parte de la vida existente sobre la Tierra.

Pero, sin embargo, la ciencia y la técnica podrían llegar a ser las nuevas deidades que nos salvasen. Ya actualmente contribuyen a multitud de avances positivos para la humanidad, tanto a nivel de sanidad como de producción de alimentos o control de contaminantes, por poner solo unos pocos ejemplos, pero podrían ir más allá. Podrían ser una solución si se pusiesen al servicio de lograr la inactivación de las armas de destrucción masiva existentes. Pensando por ejemplo en misiles, el logro fundamental sería conseguir evitar la ignición de su sistema de propulsión, bien bloqueando ese sistema propulsor, bien inhabilitando los sistemas de direccionamiento. Pensemos en hipotéticos campos magnéticos de enorme potencia y focalizables, que, al igual que ciertas fracciones del viento solar, pudiesen producir interferencias inhabilitantes de componentes electrónicos, a la vez que serían modulados para no dañar a personas.

Podríamos especular sobre diversas alternativas para diferentes tipos de armas de destrucción masiva. Incluso, si existiese una «carrera de inactivación», el que las potencias involucradas fuesen conscientes de que sus contrarios inactivarían sus armas, podría desincentivar el inicio de conflictos. Investigar para inactivar armas, y la ciencia como nueva deidad. Creo que rezaríamos con gusto para que ese dios nos salvase.