Josefa Ros, máster en Filosofía Contemporánea: «No entiendo a los padres que condenan a sus hijos al dolor de aburrirse»

CIENCIA

Josefa Ros, autora del ensayo «La enfermedad del aburrimiento» y presidenta de la International Society of Boredom Studies.
Josefa Ros, autora del ensayo «La enfermedad del aburrimiento» y presidenta de la International Society of Boredom Studies.

«No necesitamos aburrirnos», afirma la fundadora y presidenta de la primera asociación científica del mundo para el estudio del aburrimiento desde un punto de vista multidisciplinar. «Aburrimiento no es lo contrario de entretenimiento. Es lo contrario de significado», advierte Ros

20 nov 2023 . Actualizado a las 23:12 h.

¿Debemos aburrirnos más o lo que nos falta es tiempo? El aburrimiento no es un estado creativo ni un asunto para despachar en una frase hecha. Es el blanco de la singular labor investigadora de Josefa Ros Velasco, que lo aborda desde un punto de vista multidisciplinar en el que intervienen la filosofía, la psicología, la sociología y la antropología. Máster en Filosofía Contemporánea, Premio Extraordinario Fin de Carrera, es la fundadora y presidenta de la primera asociación científica y cultural del mundo para el estudio del aburrimiento. Hay mucho cliché sobre «este mal» que tiene hoy su buena prensa, señala. A Josefa Ros le aburren, nos confiesa, «las interacciones sociales por cortesía, que no van a ningún lado, las relaciones puramente protocolarias». Pero el aburrimiento es un estado que puede cursar de maneras diferentes, que va en función de cada uno. No siempre te aburres por falta de ocupación, el tedio también aflige al hiperactivo. Está incluso la posibilidad de aburrirse de uno mismo.

¿Te aburres a menudo? «Nadie se libra de toparse con el aburrimiento en algún momento del día, de la semana o del mes», afirma. Por más que huyas del aburrimiento como de la peste, no vale con ser el más rápido. «El aburrimiento es un fenómeno que afecta a cualquier grupo de edad. Aunque en la infancia y en la última etapa de la vida, se ve más quizá que en los jóvenes que están construyendo su proyecto de vida», avanza la experta que profundiza en el aburrimiento que afecta a los mayores que viven en residencias. «A menudo, tratamos de proyectar sobre ellos esa necesidad de estímulo que tenemos en nuestro espacio vital la gente de 30 o 40 años, que estamos mucho en el hacer, más que en el estar. Queremos llenarles el día con actividades, pero ellos se encuentran más en el estar, en reflexionar y pensar sobre lo vivido. A veces se aburren, precisamente, porque tratamos de estimularlos mucho más de lo que necesitan», señala.

—¿Confundimos aburrimiento con otras cosas, como cansancio, tedio o estrés?

—Lo confundimos con descansar, ¡y es lo curioso! Porque confundir aburrimiento con estrés tiene su lógica, pero confundirlo con descansar no tiene lógica.

—Define aburrimiento.

—Te voy a dar mi definición, que es una definición que construyo después de 12 años de estudio de la cuestión del aburrimiento desde una perspectiva multidisciplinar. Para mí, el aburrimiento es un estado de malestar, de dolor, que experimentamos cuando el entorno, el contexto o la actividad no nos estimula adecuadamente. Que no nos estimule no quiere decir que la actividad sea poco estimulante. Puede suceder que nos aburramos porque algo nos estimula demasiado... Cada uno de nosotros tiene una necesidad de estimulación distinta, una necesidad determinada por factores genéticos, ideológicos, culturales y sociales. Esa es la razón por la que algo que a ti te aburre a mí puede parecerme maravilloso.

—Entonces, el aburrimiento es algo personal y subjetivo... Pero hay clichés potentes: si leo y medito, soy aburrida; si hago deporte y salgo de copas, divertida.

—Porque en el aburrimiento hay un componente social. Cada sociedad nos educa en qué debe resultarnos estimulante y qué no. Esto se ve bien en el aburrimiento que padecen los monjes en la Edad Media, que no deben aburrirse del rezo solitario en sus celdas... En nuestra sociedad sucede con cosas distintas. Hay cosas que desde niño te enseñan que no deben aburrirte. Si aquí alguien dice: «Me aburre Gran Hermano», es aplaudido. Se nos enseña que este tipo de contenido está vacío.

—¿Cómo nos afecta el exceso de oferta o de estímulos que generan hábitos adictivos?

—Si el nivel de estímulos supera tu capacidad de prestarles atención durante un período prolongado, surge el aburrimiento, que lo que hace es mandarte un mensaje del tipo: «Oye, desconecta, ya es bastante, a otra cosa».

—¿Pero eso no es cansancio?

—No necesariamente... El aburrimiento se da cuando hay un desequilibrio entre tu necesidad de estimulación y lo estimulante que tú percibes el entorno. De lo que hablas es de otra cosa... De un fenómeno social que se da en las sociedades desarrolladas del capitalismo avanzado: estamos cansados de tanto estímulo, porque la oferta es tan amplia que te cuesta decidir en qué invertir tu tiempo. Y, al final, el problema es que no son estímulos para ti. Así que tienes que hacer una reflexión sobre qué te llena... Aburrimiento no es lo contrario de entretenimiento. Es lo contrario de significado. Te aburres cuando sientes que lo que estás haciendo o viendo no tiene significado.

—¿La forma de aburrirse cambia con el tiempo, se aburrían igual nuestros padres y abuelos?

—Esas generaciones muestran algo curioso, ellos no se aburrían porque tuvieran mucho tiempo libre o largos espacios vacíos en el día a día, sino porque tenían muchas actividades con las que cumplir, pero esas actividades tenían mucho significado. La diferencia que tenemos respecto a nuestros abuelos es que tenemos la agenda llena de actividades, pero no tenemos claro hasta qué punto tienen significado. Quizá ellos se aburrían menos, pero no porque tuviesen espacios vacíos, sino porque sus actividades eran significativas.

—¿El aburrimiento se vence con esfuerzo, más que con ocio y distracciones?

—Sí. Si quieres vencerlo a largo plazo, la mejor recomendación es que hagas un esfuerzo... El esfuerzo de pensar. Desde que somos pequeños hasta que llegamos al final, debemos ir construyendo nuestro catálogo de opciones para llenar el tiempo de forma significativa. Es un catálogo que va cambiando, y se construye con opciones predeterminadas y con otras que vienen de una elección personal. Pero somos acomodaticios y nos tiramos a las opciones de la industria del entretenimiento masivo...

—Suculento negocio el aburrimiento...

—Sí, es un negocio que hemos creado nosotros. Yo no soy partidaria del «es que la sociedad nos impone...». Este es un negocio que hemos creado para nuestra comodidad. Pero hay que buscar un equilibrio, no conformarse con las opciones que vienen predeterminadas.

—¿A un niño hay que darle buenas opciones para no aburrirse o es mejor dejarle a su aire?

—Hay que darle opciones. Un niño tiene su catálogo en construcción y está deseando llenarlo de opciones. Por eso mismo los niños se aburren enseguida. La labor del adulto no es hacer de payaso o dar más y más. Tu labor como padre es orientarle, porque querrás que las opciones que le das sean beneficiosas para él. No querrás que tu hijo se aburra y desarrolle él solo opciones como tontear con las drogas... No entiendo a los padres que piensan que deben dejar a sus hijos aburrirse, que les condenan a ese dolor. Aburrirse es un dolor.

—¿No necesitamos entonces «tiempo para aburrirnos»? Es algo que se oye y se lee hoy con relativa frecuencia...

—El aburrimiento no requiere tiempo, el aburrimiento surge también cuando haces cosas por obligación. No tiene sentido decirse: «Este sábado me quiero aburrir». ¡Si el aburrimiento va a surgir por naturaleza!

—¿El aburrimiento es hartazgo?

—Efectivamente.

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—¿Es más feliz, está mejor, quien tiene cosas que hacer?

—Somos seres que se realizan tanto en el estar como en el hacer. Ahí hay un equilibrio que va cambiando con el tiempo. A veces estamos más enfocados al hacer y otras más en el estar. Esto se ve bien en las residencias de mayores. Porque, a menudo, tratamos de proyectar sobre ellos esa necesidad de estímulo que tenemos en nuestro espacio vital la gente de 30 o 40 años, que estamos mucho en el hacer. Queremos llenarles el día con actividades, pero ellos se encuentran más en el estar, en reflexionar sobre lo vivido. A veces se aburren, precisamente, porque tratamos de estimularlos mucho más de lo que necesitan.

—¿Lo ideal es un equilibrio?

—Lo ideal, a mi juicio, es que cada persona decida en qué momento se encuentra y qué necesita en ese momento. A mí ese tipo de eslóganes generales de «necesitamos tiempo para estar sin hacer nada»... ¿Pero por qué? No, eso no tiene sentido. ¿Por qué vamos a necesitar todos tiempo para estar sin hacer nada o por qué alguien va a tener que hacer más de lo que ya hace. Somos distintos. Cuando los políticos como Yolanda Díaz dicen: «Necesitamos tiempo de no hacer nada», entiendo yo que no quieren referirse al experimentar aburrimiento, sino a que hay que reducir el tiempo del deber.

—¿El aburrimiento es una enfermedad?

El aburrimiento puede experimentarse de forma patológica. El aburrimiento tiene una función: mostrarte que estás en una situación que para ti no tiene significado, pedirte un cambio. ¿Cuándo se experimenta aburrimiento como enfermedad? En dos situaciones, diría: cuando lo sufres y no eres capaz de avistar un escenario mejor que ese en que te encuentras, y otra, que tengas claro lo que te gustaría hacer para dejar de aburrirte, pero no te esté permitido materializar ese cambio. Por ejemplo: una persona que pasa de vivir en su casa a hacerlo en una residencia; es un cambio radical y a veces las instituciones son inflexibles, porque quieren garantizar la seguridad con protocolos. Muchas personas que van a una residencia saben cómo quieren ocupar su tiempo, no hablamos de niños, sino de personas de 80 o 90 años. Lo que analizamos es si las estrategias para evitar el aburrimiento se pueden poner en práctica en las instituciones de manera adecuada. Cuando una mujer de 80 años me cuenta que ha dedicado toda su vida al cuidado y a la casa, si eso ha sido su vida, es complicado que tenga ganas de ampliar su catálogo de opciones y de repente pintar o hacer manualidades. Quizá lo que a esa persona le reporta significado es ayudar en esas labores que hizo toda la vida (¿por qué no doblar toallas que le traigan en una cesta de la lavandería?). La atención a este tipo de personas en las instituciones tiene que ser más personalizada. Esto es incompatible con que conviertas la residencia en un centro de actividades extraescolares.

—¿«Se aburre quien quiere» es una frase hecha... y una mentira?

—Además de ser mentira, es muy estigmatizante. Hay personas que se aburren porque algo externo a ellas les impide hacer cambios que acabarían con su aburrimiento. Debemos hablar del aburrimiento y de lo que nos aburre sin miedo a que se nos señale.

—¿Qué nos aburre más en general?

—Hay un estudio sobre los trabajos que suelen aburrirnos más, y salían los repetitivos, cuando no hay retos. El trabajo de banquero salía como uno de los más aburridos. Nos aburre mucho la política últimamente. Y un exceso de aburrimiento puede ser llevarte a abrazar posturas extremistas. Cuando aguantas el aburrimiento demasiado tiempo, explotas. Ver que no hay posibilidad de cambio en algo que produce hastío conduce a reacciones violentas.