Sandra Ortonobes, divulgadora científica en La Hiperactina: «Mi vídeo más visto es uno en el que explico por qué no existe la vacuna contra el sida»
CIENCIA
Cuando le dijo a sus padres que renunciaba a trabajar en un laboratorio como investigadora para dedicarse a la comunicación científica, casi les da algo. Ahora, con más de un millón de seguidores, está muy satisfecha de la decisión que tomó
07 nov 2022 . Actualizado a las 13:38 h.Sandra Ortonobes es graduada en Ciencias Biomédicas por la Universidad de Barcelona y Máster en Comunicación Científica. A través del canal La Hiperactina divulga temas sobre biomedicina y el cuerpo humano como qué es el cáncer o por qué nos despierta el café. Esta semana explicó cómo se convirtió en creadora de contenido en un taller formativo online organizado por el programa Laboralia del Consello Social de la Universidade da Coruña.
—¿Qué le contaste a los estudiantes?
—Lo que me llevó a estudiar Biomedicina y a convertirme en la divulgadora científica que soy a día de hoy. Porque yo no lo tuve claro desde el primer día.
—¿Ibas para investigadora y acabaste como «youtuber» científica?
—Sí, cuando estudié la carrera estaba muy enfocado todo al trabajo en un laboratorio y a la investigación científica. De hecho, estaba rodeada de personas que tenían muy claro que esa era su vocación, y que esa iba a ser su salida profesional principal.
—¿Cuándo te diste cuenta de que eso no era lo tuyo?
—A raíz de las prácticas y del trabajo de fin de grado que hice en un laboratorio de Austria. Me di cuenta, poco a poco, de que eso no era lo mío. Todo era fantástico, pero estaba desmotivada.
—¿Se te hacía monótono?
—Sí, y sabía que quería explicar todo lo que había aprendido en la carrera, porque me parecía muy útil para el día a día de la gente. Quería comunicarlo, pero no sabía cómo. Quería contar ciencia.
—Era como nadar a contracorriente.
—Exacto, era como salirse del camino marcado. Hubo un momento en que sentí eso, pero cuando se me abrió ese mundo, me empezó a cuadrar todo. Ahí se despertó la vocación de divulgadora.
—¿Qué lección aprendiste?
—Que tienes que indagar y buscar hasta encontrar tu sitio. Cuando le dije a mis padres que quería hacer el máster de Comunicación Científica, empezaron con «a ver qué es eso», «a ver qué futuro tiene...». Y cuando un año después les dije que iba a ser youtuber les costó algo encajarlo [risas].
—Se llevaron las manos a la cabeza.
—Un poco sí [más risas]. Pero es normal, eran palabras nuevas. Imagínate unos padres cuya hija ha estudiado una carrera con tanto renombre como Biomedicina y, de repente, esa hija les dice que va a tomar un camino que desconocen, obviamente, se asustan, porque quieren lo mejor para ella. Pero tal y como está la precarización científica...
—¿En qué momento te diste cuenta de que podías vivir de esto?
—Para mí fue tomar un riesgo, empecé más como un hobby, para explorar formatos y hacer cosas que me gustaban. Mientras estaba iniciando mi proyecto de un canal en YouTube, encontré un trabajo de comunicación científica en un departamento de una empresa. Llegó un punto en que era demasiado trabajo y eso me hizo reflexionar. Tenía dos trabajos y había que elegir uno.
—Y salir de la zona de confort.
—Sí, estuve dos años trabajando en mi plan B por si el plan A me salía mal. Cuando el B ya estaba sólido (que ya podía ponerlo en un currículo), llegó el momento de asumir el riesgo. Dejé ese trabajo y decidí dedicarme al cien por cien a la divulgación científica y ver qué salía de ahí. Con los ahorros que tenía, me fui a vivir a Madrid y funcionó. De eso hace dos años.
—Como «youtuber» de éxito, ganas bastante más que como biomédica.
—Sí. Desde luego gano mucho más que si hubiera seguido con la trayectoria anterior en departamentos de comunicación científica. He tenido mucha suerte de poder crecer en redes sociales y eso conlleva cobrar un caché. También creo que a día de hoy hago mejores vídeos, doy mejores charlas y creo mejor contenido que hace tres años y eso se cobra más [creó La Hiperactina en el 2018], pero la clave es mantener esa comunidad.
—¿Y la credibilidad? Porque los bulos en materia de salud corren como la pólvora por internet.
—Más incluso que la carrera que he estudiado, se trata de trabajar el rigor, en qué fuentes te basas y cuál es la evidencia científica. Yo no publico cualquier cosa. Me informo antes, paso días contrastando datos y mirando los estudios científicos que avalan eso que digo.
—¿Cuánto trabajo hay detrás?
—Mucho. Hay temas que me llevan más de lo que espero y otros que me llevan menos. Me pasó con el vídeo de la resaca, por ejemplo, porque había menos estudios científicos. Parecía sencillo, pero al final me llevó más tiempo.
—Concretemos, ¿cuánto tiempo inviertes en un vídeo de diez minutos?
—Calculo unas 14 horas solo para el guion, entre buscar información, contrastarla, redactarla, dejarla reposar, releer el texto, etcétera... La parte de grabación puede ser una hora y media o dos horas desde que enciendo la cámara hasta que la acabo; y hablo de un contenido que, una vez limpio, editado, con los cortes buenos y tal, dura diez minutos. Añádele dos horas más de preparar el set, quitarte las ojeras, la iluminación, etcétera...
—¿Te salen muchas tomas falsas?
—Soy perfeccionista. Cada frase la puedo repetir cinco veces para luego elegir la que queda mejor. Una vez que tengo el material preparado, la edición del vídeo pueden ser unas doce o catorce horas.
—Ya he sumado 32 horas de trabajo.
—De hecho, un mes normal, puedo sacar un vídeo cada dos semanas. Y porque no tengo un equipo detrás a día de hoy, que mi trabajo no es solo esto, sino todo lo que conlleva ser una persona autónoma: desde hablar con empresas, responder correos, tener reuniones, llevar facturas, presentar impuestos... Eso también hay que hacerlo.
—¿Cómo haces la selección de temas?
—Tengo un documento infinito de temas pendientes. Cada vez que se me ocurre uno, y eso me pasa en cualquier momento, a punto de subir al metro o justo antes de acostarme, saco el móvil, abro ese documento y apunto ese tema. También las dudas y comentarios de mi propia comunidad [de seguidores], me dan ideas de posibles temas. Para mí es muy importante escucharles.
—¿Cuándo diste el salto a la viralidad?
—Es impredecible. Mi vídeo más visto es uno en el que explico por qué no existe la vacuna contra el sida, y en la vida hubiera dicho que se iba a viralizar así.
—¿A qué lo atribuyes?
—Porque lo vio tanto mucha gente curiosa como mucha gente conspiranoica.
—¿Cómo lidias con los «haters»?
—Algo que he aprendido es que a una persona que cree de forma dogmática en algo no la vas a hacer cambiar de opinión. Por muchos argumentos científicos que le exponga, no va a servir de nada. Tengo claro que hay que divulgar para la gente que está dispuesta a aprender. Los conspiranoicos están tan metidos en su burbuja que no les voy a hacer cambiar de opinión. En cuanto a comentarios negativos, en general, trato de no perder el tiempo con ellos, a no ser que sean constructivos, que esos me los apunto o hago incluso fe de erratas.
—¿Hay alguno que sea recurrente?
—Me intentan desacreditar porque soy una chica o porque soy joven, pero a esos y otros comentarios no respondo.
—¿Cada vez hay más mujeres divulgando sobre ciencia o todavía son pocas? Vaso lleno o vacío.
—Cada vez somos más, pero sí noto que somos pocas las que alcanzamos buenos números, al menos en ciencia. Cuando empecé en divulgación, siempre éramos las mismas y coincidíamos en todos los eventos. Cada vez hay más mujeres en divulgación, pero no que hayan alcanzado números tan grandes como nuestros compañeros.
—Sin embargo, ¿quiénes te ven más?
—Actualmente, el grueso de mis seguidores son jóvenes de 18 a 24 años, pero va muy seguida la franja de 24 a 34.
—¿Y en cuanto a género? Porque tratas muchos temas de salud femenina.
—Sí, eso me ha traído cada vez más público femenino, pero cuando empecé eran casi todo hombres y aún hoy tengo un 60-40 % (60 % hombres y 40 % mujeres). Es decir, menos mujeres, pero son muchas mujeres para este tipo de contenidos. Tengo compañeros con un 90-10 % o con un 95-5 %.
—El vídeo de la endometriosis ayudó a muchas mujeres.
—Eso parte de mi experiencia personal. Estuve muchos años normalizando una situación (desmayos y mareos con la regla, etc...) que no era normal. Ese vídeo tuvo un impacto muy positivo y le dio visibilidad al tema.
—En el 2020 publicaste «¿Qué puede salir mal? Cómo sobrevivir a un mundo que intenta matarte», tu primer libro.
—Sí, salió cuando estábamos en pleno confinamiento y no pude presentarlo, pero me ha abierto muchas oportunidades después, como dar una charla en el Museo de la Evolución Humana de Burgos, que me encantó.