Un millón de infartados reciben un fármaco que podría no ser necesario

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

CIENCIA

Valentín Fuster presentó el estudio
Valentín Fuster presentó el estudio CNIC

Un ensayo clínico en 8.500 intenta cambiar la práctica clínica tras el ataque cardíaco

22 jul 2019 . Actualizado a las 17:19 h.

Más de un millón de españoles que han sufrido un infarto están tomando medicamentos de por vida que probablemente no necesiten. Son los fármacos betabloqueantes, que se prescriben de manera casi universal una vez que los pacientes han sido dado de altas. Desde que surgieron hace alrededor de cuarenta años han contribuido a salvar miles de vida y reducido la mortalidad de forma notable, pero hoy en día su utilidad se ha puesto en duda con la introducción de nuevas prácticas clínicas que reducen de forma significativa el daño en el corazón.

Es la hipótesis de partida de un estudio del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) que ahora pretende demostrar en un ensayo clínico pionero en Europa, con 8.500 pacientes, en el que participarán 55 hospitales de toda España, con una elevada implicación de los centros gallegos, y otros 25 italianos que se han sumado a la iniciativa. Debido al interés que ha suscitado la propuesta también se realizará de forma paralela un estudio similar en Suecia, Noruega y Dinamarca. En total serán examinados 20.000 pacientes.

«Estamos convencidos de que va a suponer una revolución a nivel mundial, porque significará un cambio en las guías clínicas en todo el mundo para el tratamiento del infarto», explica el investigador del CNIC Borja Ibáñez, el responsable principal de un ensayo que presenta otra importante singularidad. Es el primer ensayo clínico independiente a gran escala desarrollado y liderado desde España. Hasta el momento no se había podido llevar a cabo una investigación con una participación tan elevada de pacientes sin la participación de la industria farmacéutica, que es la que suele financiar este tipo de proyectos. «Es un ensayo clínico absolutamente voluntarista, tanto por parte de los médicos como de la gerencia de los hospitales, que nos apoyan sin recibir ningún tipo de remuneración a cambio, porque lo que en realidad se pretende es mejorar el tratamiento de los pacientes y su calidad de vida. Este es el gran objetivo», asegura Borja Ibáñez.

Pero, ¿por qué se cuestiona ahora un medicamento que ha supuesto un gran beneficio para los pacientes sin disfunción sistólica ventricular izquierda y que no presentaba efectos secundarios importantes? Fundamentalmente porque la práctica clínica a los pacientes ya no es la misma ahora que la de hace tres o cuatro décadas y salen del hospital con un corazón en muchas mejores condiciones que antes.

«Hace décadas -explica Borja Ibáñez- al paciente que sufría un infarto no se le abría la coronaria, como se hace ahora, con lo que sus corazones estaban muy dañados y con una alta incidencia de muerte súbita por arritmias. En estos casos los antibloqueantes funcionaban muy bien, pero desde hace años hemos mejorado mucho el tratamiento de infartados, principalmente porque a todos les practicamos un cateterismo para abrirles las arterias, con lo que los corazones quedan mucho más sanos».

O, dicho de otra forma, lo que funcionó en el pasado en unas condiciones determinadas puede que ahora sea totalmente innecesario en un nuevo escenario clínico y de atención a las personas que han sufrido un infarto agudo de miocardio. De hecho, Manuel Anguita, presidente de la Sociedad Española de Cardiología, que colabora en el ensayo, destaca que «tanto la prescripción como la no prescripción de antibloqueantes en este tipo de pacientes son opciones válidas actualmente».

Si es así, los enfermos que han superado el suceso cardíaco -cada año ocurren en España cerca de 100.000 infartos sin disfunción sistólica ventricular izquierda- ya no tendrían que recibir su pastilla diaria de por vida.

 Los primeros pacientes, reclutados en hospitales gallegos

En el ensayo clínico participarán 55 hospitales de toda España, aunque la iniciativa no está cerrada y pueden incorporarse otros que lo deseen. Es una participación muy alta en la que destacan los centros de Galicia. Ya se han sumado al estudio el Chuac, de A Coruña; el Álvaro Cunqueiro, de Vigo; el Arquitecto Marcide, de Ferrol; el Chus, de Santiago y el Montecelo, de Ponvedra.

De hecho, los primeros pacientes que se han incorporado al ensayo son gallegos. El Complejo Hospitalario Universitario da Coruña (Chus) fue el primero en reclutar a los infartados, al que le siguió el Álvaro Cunqueiro de Vigo. Galicia suma ya, en estos momentos, 150 participantes de un total de cerca de 600 que ya han ofrecido su consentimiento en toda España. Quedan aún muchos para completar los 8.500 que se necesitan, pero para inscribirse aún existe un plazo de dos años. En los dos siguientes se llevará a cabo el ensayo clínico en sentido estricto, de cuyo seguimiento se encargará el CNIC.

 Impotencia

«La participación de Galicia en el estudio ha sido espectacular. Tenemos desde siempre mucha colaboración con ellos y en esta ocasión han vuelto a mostrarse muy activos», destacó el coordinador del trabajo, Borja Ibáñez.

Si los resultados confirman la hipótesis ya no será necesario prescribir antibloqueantes como práctica habitual tras ser dados de alta de un infarto. Esto no solo supone la enorme ventaja de librarse de esta medicación, lo que permitirá aumentar la adherencia hacia otros medicamentos, sino que algunos pacientes también se librarán de los efectos secundarios. Si bien es cierto que se trata de un fármaco con pocas consecuencias adversas sí pueden ocurrir episodios de cansancio crónico e incluso de impotencia sexual.