El Serida, por su parte, dispone de una colección de cultivos autóctonos de origen sidrero constituida por cepas de levaduras, bacterias lácticas y bacterias acéticas. En los últimos años, se han seleccionado cepas de diferentes géneros y especies con una buena aptitud para la fermentación alcohólica, capaces de dar lugar a productos con perfiles aromáticos diferenciados. Conocedores de estas cualidades, los investigadores decidieron ver qué pasaba si se aplicaban a la elaboración de cerveza. De ese amplio catálogo, escogieron dos: Saccharomyces bayanus y Hanseniaspora valbyensis.
Compraron el extracto comercial de malta y lúpulo Bremaker Pilsner Lager y lo prepararon siguiendo sus indicaciones, de cocción, temperatura, proceso de decantación,... Se hicieron cervezas tres diferentes. Dos con las levaduras sidreras y otra con la clásica. Las cervezas se mantuvieron a 20 grados durante tres meses. Después se analizaron y cataron. Las pruebas físico-químicas miraron los niveles de alcohol, azúcares, pH o el amargor. A continuación, catadores habituales del área de Tecnología de los Alimentos realizaron las comprobaciones sensoriales, que valoraron con la vista, el olfato y el gusto, además de analizar la complejidad y el equilibrio, con una escala de valores que iba del 1, nota que se daba cuando algo era inapreciable al 5, el valor para una calidad muy intensa.