El Lugo se quedó a medio camino de superar a un agazapado Alavés

Marcos Pichel

CDLUGO

19 oct 2009 . Actualizado a las 11:18 h.

El Lugo mantiene su idilio con el cuero. Lo cuida, lo mima, investiga todos los caminos hacia el área contraria, pero a veces se encuentra con rivales que, pese a lo presupuesto (y al presupuesto), no quieren jugar, y se contentan con mantener alejado de su portería al rival, aunque ellos se cuelguen del larguero, y reculen, y reculen... El caso ayer del Alavés. El Lugo fue amo, el único que se acercó el área y probó al portero rival. Aunque su dominio resultase estéril e incluso estuvo a punto de sucumbir. Se tuvo que conformar con tablas sin goles, pues faltó el acierto y la contundencia en el remate de jornadas pasadas.

La intención de los vitorianos era apagar la luz, dormir el partido, y contagiar al Lugo de su apatía. Los rojiblancos lucharon de forma continua para evitarlo, aunque por momentos no lo consiguieron. Sucedió en los últimos 15 minutos de la primera parte, y prácticamente en toda la segunda mitad. Antes, comandado por los hombres de banda, los más incisivos y peligrosos (Tornero por la derecha y Mauro Poratti, titular, por la izquierda), los de Setién buscaron la portería, pero sin fortuna.

Ocasiones para Sergio, Tornero y sobre todo Mauro, pero ninguna fructificaba, o bien por un remate flojo, el acierto del guardameta Pagola, o falta de puntería. Ocupaban bien los espacios los del Alavés, y por más que Marcos y Seoane tenían libertad en el medio (ni Bouzas, ni Romerito se esforzaban en la presión), no había huecos. Se esperaba que aparecieran en la segunda mitad, con el cansancio, y con los dos equipos mucho más estirados. Setién introdujo para ello a su buscador, Noguerol, el que mejor se mueve entre líneas. Pero ni así. Aunque el Alavés persiguió al Lugo, la fatiga sacudió a ambos contendientes, incluso pareció más cansado el conjunto local, que al final tuvo que agradecer una mano prodigiosa de Escalona, con la que salvó una derrota inmerecida.