Siete bueyes crecen en una finca de Gándara

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

ZAS

ANA GARCIA

Un vecino de esta parroquia de Zas es el único de la comarca que se dedica a criar a los bovinos

27 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Roxo, Marelo, Borroso, Alevín, Negro y dos Pintos son imponentes bueyes, de variedades diferentes, que se crían en libertar en una finca de O Sisto, en Gándara (Zas), desde hace unos tres años. Algunos tienen esta edad y otros llegaron algo más crecidos, y tienen entre cinco y seis. Todos imponen, especialmente por la cornamenta. Aquí no hay cortes, en un momento en el que ya empieza a ser costumbre recortar o eliminar los cuernos de las vacas, una cuestión que incluso se ha votado este fin de semana en Suiza.

Los bueyes fueron relativamente comunes hace decenios, en la comarca y en Galicia, pero ya no. Zonas como el sur de Lugo suelen capitalizar las principales producciones, destinadas al cada vez más valorado sector hostelero que aprovecha su carne. En la casa natal de José Busto Varela, de 58 años, situada en A Mata (Riobó, Cabana), los criaban. «Dedicábanse sobre todo a carrexar madeira», señalaba ayer. Y le quedó la afición. Aunque se ha dedicado sobre todo a su empresa de excavaciones, también tuvo caballos, y vacas, y hasta búfalos, adquiridos a un ganadero de Muíño, también en Zas. Como tenía las instalaciones y espacio suficiente en torno a su casa (la finca tiene 98 ferrados, limita con el río y está enclavada en la zona de A Torre, un enclave medieval que ha documentado Evaristo Domínguez) se decidió a dar el salto a los bueyes, y está muy contento de haberlo hecho. Y los compró, precisamente, a tratantes del sur de Lugo, por Quiroga.

Tranquilidad diaria

El día a día de los bovinos transcurre son incidencias. Cuadra, finca, cuadra. Comer y dormir. «Lévanse todos ben», bromea Busto. De día están fuera, pastando, y de noche en la cuadra, pero como está abierta, alguno igual sale. Son gregarios, independientes, curiosos. «Son moi amigos de explorar», señala el ganadero. «Non lles gusta estar na corte, prefiren a liberdade». La finca delimita con un río, pero está cercada. Fácilmente podrían escaparse, o salir a dar una vuelta, algo poco posible con los caballos y menos con las vacas, aunque siempre habrá -porque es cierto- que sabe del caso de una vaca que se metió en un río y hubo que esforzarse bastante para sacarla. También a los búfalos les gusta indagar. «Metéraseme un no río, alí deitado na auga», recuerda. Lo bueno que tienen es que no dan demasiado trabajo, teniendo tanto espacio para ellos: «Media hora pola mañá, media pola tarde», ya casi está. Para comer, silo de maíz, harina, y hierba seca.

Un vida feliz, en una zona tranquila, no lejos del lugar de Sobreira, ni de la autovía, en una parroquia llana y fértil. Claro que la felicidad tiene un límite y los bueyes se crían con la intención de venderlos para aprovechar su deliciosa carne. A algunos de ellos, los más veteranos, su sanmartiño les llegará seguramente dentro de cuatro o cinco meses. Y a los otros, más adelante. Si el ejemplo cunde, no sería extraño que cada vez hubiese más bueyes por la comarca.