«Íase casa por casa recollendo millo, e con iso pagábase a festa»

Marta López CARBALLO / LA VOZ

ZAS

Pablo Gómez Cundíns

La celebración del San Pedro servía de excusa para que once jóvenes de la parroquia de Vilar (Zas) se juntasen para jugar al fútbol

08 jul 2018 . Actualizado a las 15:38 h.

 La Foto

«Una gamberrada el día de San Pedro de Villar». La foto fue tomada el 29 de junio del 1958, día de San Pedro, patrón de la parroquia de Vilar (Zas). Ataviados con sus corbatas y ropas de fiesta, y reunidos en el Campo do Río, lugar de encuentro para los vecinos, posaban para la instantánea los once jóvenes del Real Club Fútbol Villar. Se reunían de vez en cuando para jugar contra los chavales de Andregalla (Lamas), pues estos tenían un campo adecuado para jugar. Sin botas, algunos de ellos jugando incluso con zuecos, pasaban el rato de cuando en cuando. «Era tan esporádico que case era iso, unha gamberrada». De arriba a abajo y de izquierda a derecha: Fondo, José Pedrosa, Óscar, Andrés, Villar, Victorio, Manuel, Roberto, Cundíns, Diamante y Jesús Pedrosa.

Los protagonistas

Andrés Torrado y Pepe Cundíns (ambos en la imagen inferior) y Jesús Pedrosa. Aun siendo todos de la misma parroquia, no siempre es sencillo llevar cuenta del rumbo que ha llevado la vida de los chavales. Muchos se liaron la manta a la cabeza y emigraron a Argentina, otros se establecieron en Santiago, A Coruña u otras localidades. Y otros simplemente ya no están con nosotros. Lo recuerdan Andrés Torrado y Pepe Cundíns (en la imagen inferior), así como Jesús Pedrosa, que no pudo hacerse la foto por una indisposición. Todos de la misma parroquia y con un espíritu de deportividad que poco o nada entendía de ambición. «Xuntábamonos cando viña algún compañeiro e nos parecía que o equipo estaba reforzado, ¡pero perdíamos igualmente!», señalan.

Pablo Gómez Cundíns

Cinco gaiteros y la luz de un petromax era todo lo que necesitaban los jóvenes de mediados de los cincuenta para disfrutar del patrón de la parroquia. No había mucho dinero para aportar a los festejos, por lo que en San Pedro de Vilar (Concello de Zas) «ían casa por casa recollendo cestos de millo para despois vendelo na feira e sacar os cartos para pagar a festa». Lo cuenta Jesús Pedrosa, de la aldea de Saconde, que junto a otros diez compañeros de la parroquia aprovechaban fechas como las del patrón parroquial para reunirse y jugar unas pachangas entre ellos o contra «os de Andragalla [Lamas]», que tenían un campo en condiciones para practicar fútbol.

Fue precisamente un 29 de junio, día de San Pedro, cuando se reunieron los chavales para tomarse la imagen superior Fondo, José Pedrosa, Óscar, Andrés, Villar y Victorio (de pie) y Manuel, Roberto, Cundíns, Diamante y Jesús Pedrosa (de rodillas).

«Reuníamonos esporadicamente, case como unha gamberrada, e cando non xogabamos en Andragalla facíamolo nas Brañeiras, aquí en Vilar, aínda que non había as condicións para xogar, precisamente», rememora Pepe Cundíns, también jugador. «Moitos non tiñan nin botas, levaban os zocos de madeira ou os zapatóns de traballar». Poco importaba el resultado -«Ao final acabamos perdendo igual», recuerda Cundíns entre risas- aunque siempre había algún que otro incentivo para subir la moral. «Un veciño, Manolo de Xoana, facíanos unhas copas de madeira que levaba o vencedor», dice Jesús.

Las fiestas eran, como no, una estupenda ocasión para jugar estos partidillos, pero también para sentarse a la mesa con toda la familia. «Un veciño mataba unha vaca vella -nova era moi cara- e despois vendía a carne ao quilo entre a xente do pobo. E así daba para comermos todos», rememora Pedrosa, que fue además un estupendo bailador. «Incluso ganaba concursos nos seus tempos. ¡De alguén lle tiña que vir a afección que teñen os netos polo baile tradicional!», apunta su hija.

El Campo do Río era lugar de encuentro para la parroquia por aquel entonces: para las fiestas, para las cachelas del San Xoán, para la colecta de maíz en el Cabazo das Ánimas para que vendiese el párroco y también para pasar el rato cuando hacían tareas tan cotidianas como «levar o porco ao río a lavar», como cuenta Pepe Cundíns. «Alí confluían todas as corredoiras do lugar. É un caso peculiar, porque no pobo hai uns trazados moi curiosos, típicos das urbanizacións modernas», añade. Hoy, aun habiendo un práctico merendero y un paraje sin igual, «a cousa morreu de todo». «A falta de mocedá», piensan.