«Botei 24 horas apagando un lume co que ata os bombeiros non se atrevían»

Marta López CARBALLO / LA VOZ

ZAS

JORGE PARRI

«É moi difícil vencer aos que nunca se renden», reza la placa que le regalaron a José en la pedestre de Zas, cuando Protección Civil en pleno le rindió homenaje

03 oct 2019 . Actualizado a las 20:11 h.

Todo comenzó cuando a uno de los párrocos que pasaron por la unidad pastoral de Zas se le ocurrió organizar un viacrucis por la localidad, y en plena noche. «Pero cómo vas levar a toda esa xente polo medio da carretera general, e cos coches pasando!», le dijo José Santos (1953) al cura. Y así, más o menos, es como comenzó su andadura de 16 años como voluntario de Protección Civil.

Dice que siempre fue de esos a los que les encanta estar en todos los «saraos»: 16 años como voluntario, 20 en la comisión de fiestas, parte del ahora desaparecido consejo parroquial, miembro de la directiva del Sporting Zas y empleado municipal. Y parte de todo ello lo hizo teniendo su propio negocio. «Iso lévalo dentro», asevera. Se refiere al voluntariado, al hecho de levantarse una noche cualquiera en plena madrugada para ir a retirar un árbol caído y así evitar que un coche se lo lleve por delante; o a tranquilizar a la familia de un fallecido en carretera; o a «tremar» de los jóvenes que en la Carballeira se «pasan de voltios». Paciencia infinita y una vocación para darse a los demás.

Uno de los momentos más duros que recuerda fue el accidente de un joven motorista en la salida de Zas hacia Baio. «Estaba eu só, impotente. El estaba moi mal, de feito chegaba o sangue dun lado a outro da estrada, pero eu tiña que parar o tráfico como fose. Estaba eu só, así que collín a un chaval que pasaba por alí, púxenlle un chaleco para que el parase os coches dun lado e eu do outro. Dixéronme que ían a mandarme apoios abondos de tráfico, e chegou alí apenas un coche e cun garda nada máis. Cando é así non sabes que has de facer: queres axudar ao ferido, pero tampouco podes deixar que lle pasen os coches por enriba».

No es fácil enfrentarse a la pérdida, a ver una vida desvanecerse sin poder hacer nada. Impotencia y rabia que llegan a desbordar. Le pasó en un suceso, precisamente, con otro motorista. La cosa no pintaba bien: el joven se había fracturado por completo una pierna y seccionado la femoral. Llegó el primero, «como a case tódolos accidentes», y no pudo prestar asistencia al herido puesto que tenía que parar la circulación. «O rapaz chegou vivo a Santiago, pero alí non puideron facer nada por el. Nese caso si que sentín moita impotencia. Moitas veces penso que quizais se tivera habido outra persoa para encargarse do tráfico, eu podería ter atendido ao rapaz e terlle parado a hemorraxia. Non poder salvar a vida dunha persoa...».

José Santos, en la comida de los mayores, rodeado de compañeros.
José Santos, en la comida de los mayores, rodeado de compañeros. BASILIO BELLO

También tuvo que lidiar, en dos ediciones consecutivas, con el fallecimiento de un asistente a la comida de los mayores de Zas. ¿Y cómo lo hace? ¿Cómo se separa uno emocionalmente de la tragedia? José es tajante: «Acábaste acostumbrando á morte», incluso cuando toca de cerca.

También vio devastación incendiaria. Hace un tiempo hubo un verano tan nefasto, que se echaban al monte -Protección Civil y empleados municipales- día sí y día también. «Teño botado ata 24 horas seguidas apagando un lume co que nin sequera os bombeiros se atrevían». Recuerda especialmente un episodio en el que varias casas del núcleo de Rus (Zas) llegaron a correr serio peligro. Es ahí donde entra en juego la cercanía con los voluntarios: «Coñécelos a todos, e todos te coñecen a ti. Se ves a casa dun amigo arder, ou simplemente dun veciño calquera, implícaste ao 200% e fas o que sexa». Aquel fue un verano duro: «Traballamos a dios cunha cisterna dun tractor. Foi moito arder!».

«Lembro un operativo que se armara en Baio por unha suposta ameaza de bomba»

«Cando abriu o parque de bombeiros de Santa Comba, como non coñecían moito o lugar, a miúdo chegábamos nós antes». Prestaban asistencia y ayudaban en lo que podían. Algunas veces incluso le sacaron las castañas del fuego a más de uno: «Dunha vez a Garda Civil andaba perseguindo a uns ladróns deses do cable por Meanos e, como non dominaban moi ben a zona, metéronse nunhas brañas impresionantes. Chovía a raios e tiven que ir sacalos porque embarrancaron».

Pero no todos se tomaban en serio la responsabilidad que supone la dirección de un grupo de emergencias. José recuerda como una noche le llamó el 112 en plena madrugada para ir a retirar un árbol caído que ocupaba un carril en una carretera de Muíño. «Había moito temporal, pero decidín ir porque algún coche podía ir dar contra el. O caso é que cheguei alí e era apenas un salgueiro! Non medía nin 50 centímetros, e por suposto non entorpecía. Pensei: ‘Para qué me levantaría eu da cama?’» .

Otra falsa alarma, y con más sorna todavía: una amenaza de bomba en un taller de Baio. Alguien se había encontrado un paquete sospechoso bajo un coche «e armouse un operativo de coidado», hasta un robot trajeron para retirar lo que al final resultó siendo una caja de cartón. «Ao chegar á casa fartamos a rir».

La de José Santos es una historia sincera. Se transpira verdad en lo que cuenta, como también en el abrazo que se dio con Fidel Otero, técnico del Concello, después de que homenajearan a José en la carrera pedestre. «Emocioneime moito. Eu ía completamente enganado, non sabía nada, e estaban todos os de Protección Civil alí. Admiro moito o seu traballo, porque realmente é un voluntariado de corazón».