Mucho patrimonio etnográfico y todavía poco explotado

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

ZAS

La construcción zasense ha mejorado en los últimos años, pero todavía puede evolucionar si se aprovecha el entorno

13 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Las Torres do Allo son hoy un edificio del que presumir, a pesar de sus problemas de humedades, los reiterados períodos en los que han estado cerradas o la dificultades que aún existen para aprovechar el potencial que encierra su privilegiada ubicación, su posición histórica en la transición de las fortalezas a los pazos, o su importancia en la historia y las familias nobles de la Costa da Morte en los últimos 500 años.

Es un lugar del que presumir porque hace poco más de 15 años se caía literalmente a trozos y, de no ser por la donación de la familia propietaria y de la actuación decidida de la Diputación, hoy serían un recuerdo en las guías y un cúmulo de piedras de tantos que se pueden ver por el resto del país. Incluso no hay que remontarse tanto: disfrutar de recreaciones artísticas para conocer ese pasado como las que ha habido este verano con actores profesionales supone un lujo.

Pero, también es cierto, ese enorme potencial podría ser mucho más aprovechado si se tuviesen en cuenta los elementos patrimoniales que las rodean, muchos de ellos privados, como el magnífico y enorme palomar, casi oculto, o las casas anexas de los caseros, cuya ruina deja ver su buena construcción, con evidencias de que hubo vida en ellas, mucha y larga. Y hasta no hace mucho, principios de los setenta. Lo explicaba meses atrás el sacerdote Fernández Bello, el que fue su párroco durante casi 50 años (se cumplirían en dos meses). Casi recordaba la última vez que el remolque del tractor se dejó donde ahora está, y nunca más e movió.

Asimismo merecerían un aprovechamiento didáctico, incluso estético, los tres hórreos situados delante de las Torres, que tanta sorpresa -todavía- causan en algunos visitantes de fuera de Galicia. O el coqueto palco desde el que tocaban los músicos, sobre todo por san Ramón, aunque el patrón es san Pedro. O no haber tapado las dos calzadas superpuestas que se hallaron en las catas previas a las obras de rehabilitación, probablemente dirigidas hacia la zona en la que estuvieron las torres primitivas, una finca que hoy aún se denomina Cocho Vello, donde en las roturaciones agrícolas aparecían tejas con frecuencia, además de otros elementos síntoma de poblamientos centenarios anteriores, y solo a unos metros de la entrada principal.

Finca frontal

Tampoco se ha aprovechado mucho (nada) la gran finca situada entre las Torres y la iglesia, por ejemplo para aparcamiento, opción que en su momento consideró Neria cuando se encargaba de la gestión, pero no se hizo. A veces, que corten la hierba ya es un gran avance. Tampoco está indicado el camino hacia la enorme fuente, con escultura y asientos, fuente del souto de castaños que ahora, gracias a la autovía, ya se puede ver en toda su dimensión, pero lo mejor es internarse campo abajo, desde los hórreos, sobre todo en otoño.

Tampoco se ha intentado soterrar la línea eléctrica aérea que desde la AC-552 comunica con el edificio, y que rompe la estética bucólica de un paseo de 400 metros de largo. Como en otros casos, fue algo de lo que se habló en algún momento, y ahí se quedó.

Como pasó con el edificio principal, tal vez la iniciativa pública y privada (si acceden los dueños) puedan poner en valor, más aún, uno de los grandes símbolos de la comarca.