«Aquí quedan silvas, o lobo e catro vellos, nada máis»

ZAS

José Manuel Casal

Un matrimonio y la abuela de la familia son los únicos habitantes de esta aldea coruñesa, condenada, como tantas otras, a desaparecer

27 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Nunca fue una aldea enorme, pero ya solo su madre tenía ocho hermanos. Hoy, como explica Manuel Silva Vázquez, que tiene 61 años, en Caberte, en la parroquia de Castro (Zas) «quedan silvas, o lobo e catro vellos por aí arriba, nada máis». Concretamente están él, su madre, Herminia Vázquez Castro, que ya va por los 86 años, y su esposa, María Estrella Baña Ferreiro, de 51.

«Aquí escusas de berrar por ninguén porque non vai haber quen che acuda. Se pare unha vaca, máis vale que se arranxe ela mesma ou o que lle poidas facer ti, porque non hai a quen chamar para tirar por unha cría», detalla Manuel, que recuerda tiempos bien diferentes. «Cando eu tiña 15 ou 20 anos baixábamos por aí abaixo sete, oito, nove mozos ou incluso máis e íamos cara a Zas que era onde había o baile. Vías xente por todos lados, hoxe non hai nada», relata este vecino que nació en Caberte y lleva allí toda su vida excepto los 14 años que pasó emigrado en Suiza. Y es que esa, su historia, es la misma a la que se enfrenta un parte muy amplia de la población de la zona, como por ejemplo sus dos hijas, una en Santiago y la otra en Carballo. «A xente marcha porque ten que marchar, aquí non hai traballo, esa é a clave de todo», sentencia Manuel, que sabe que su aldea y otras muchas están condenadas a desaparecer, salvo que se cambien las circunstancias socioeconómicas que permitan a los jóvenes quedarse.

Pone además un ejemplo muy gráfico de la gravedad de la situación: «Cando eu ía á escola a Rial de Arriba, que está aquí ao lado e que hoxe se atopa pechada coma todas, non sei xusto cantos, pero había unha morea de rapaces. Agora o autobús fai 13 quilómetros ata Baio cun neno só e despois repite o viaxe con outro que vai ao instituto». Esta, la del bus, junto con el panadero que va todos los días o los pescaderos que acuden dos veces por semana, son de las pocas visitas que hay en Caberte, salvo los fines de semana, cuando regresa alguna de las hijas de la pareja. De ahí que no se sientan tampoco aislados porque las distancias son pequeñas. Por ejemplo, a Zas, la capital municipal, tienen cuatro kilómetros y pueden acudir cuando lo desean. Eso sí, «o que ten coche», porque de transporte público, por supuesto, ya ni siquiera hablan.