Vimianzo navega en un mar de rutas

Xosé Ameixeiras
X. Ameixeiras CARBALLO / LA VOZ

VIMIANZO

A. LAVANDEIRA

El recorrido inaugurado el sábado, «Os segredos do Val de Vimianzo», permite descubrir las esencias del pasado y el paisaje de la capital de Soneira

24 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Las rutas en Vimianzo son como las del mar de la Costa da Morte. Las hay en todas las direcciones. Después de haberla presentado el viernes, fue el sábad cuando el Concello estrenó una cargada de siglos, historia y paisajes. La llaman Segredos do Val de Vimianzo, casi 15 kilómetros por las esencias del pasado de la capital soneirana. Partió de la plaza del Concello, hacia Tedín, con un primer objetivo, los petroglifos del Prado da Cruz que descubrió el joven David Roget. Explicó el erudito estudiante los pormenores de la decena de círculos concéntricos, coviñas, cazoletas y rituales, además, y para sorpresa de muchos caminantes, de mostrar un percutor de cuarcita que el autor de los diseños se debió dejar olvidado en la otra estación de arte rupestre de la ruta, la de Somontemío.

X. AMEIXEIRAS

Como no hay gloria sin esfuerzo, más de uno echó la lengua fuera en la breve, pero empinada, subida a la Cruz do Loureiro. Había que ir en grupos de a diez y con la mascarilla. Entre la comitiva iba una sólida representación municipal: la alcaldesa, Mónica Rodríguez, y los ediles María José Pose y Mario Andújar. La Cruz do Loureiro es un espacio cargado de misterios y enigmas, además de ser el último lugar iluminado por el sol en el valle vimiancés y un mirador sin comparación. Dicen los viejos que allí castigaron a los que se rebelaron contra los señores. Un santuario pagano formado por una roca de formas curiosas y un petroglifo completan el atractivo del espacio.

X. AMEIXEIRAS

Luego, Víctor Santos, artífice de la ruta; Miriam Rivadulla y Manuel Rial guiaron al grupo, que se acercaba al medio centenar, por los valores de la capilla y pazo de Trasouteiro, el castro y las alvarizas de Sansobre, los caminos abovedados de laureles y acacias y la fuente de Rasamonde, así como de la iglesia de Cambeda, cuyo exterior luce esplendoroso tras un lavado de cara reciente. Capítulo aparte merecen las fervenzas de Cubes y del río Cambeda. Aquí el agua baja jugueteando con las rocas a la sombra de los de los carballos y se tira por pequeñas cascadas. Los molinos de viejo completan el escenario, en el que dan ganas de quedar para siempre. El trazado, tras los trabajos impulsados desde el Concello, se hace de una forma cómoda, pues el obradoiro de carpintería instaló pontellas sobre los regatos e hizo más seguros los desniveles.