«Teño un netiño de 9 anos que xa sabe facer dous ou tres puntos de palillo»

Marta López CARBALLO / LA VOZ

VIMIANZO

EDUARDO PEREZ

«O segredo é ter ilusión e ganas de aprender», explica Chelo Pose, natural de Salto, en Vimianzo

10 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Nunca es tarde si la dicha es buena. Chelo (Salto- Vimianzo, 1953) empezó a palillar cuando rondaba los cuarenta y enseguida le cogió el gusto. Desde entonces se ha dedicado a dar obradoiros, además de regentar un negocio en A Coruña. Forma parte de una familia de emprendedores: Manuel Pose, uno de sus hermanos, es el fundador de Aluman y exalcalde de Arteixo, mientras que Celestino es el responsable de Agrosoneira y Estrella fue la impulsora del hotel Monte Branco.

Por su mercería pasan cada mes unas 40 mujeres que desean iniciarse en el encaje. «Non hai segredos nisto do palillo, só ilusión e poñerlle ganas», explica ella misma, que al poco tiempo de aprender ya estaba dando clase. Siempre se le dieron bien este tipo de labores manuales, y para ella es tan sencillo que «ata parece que se movan os dedos sós».

Así, cuando tiene tiempo libre, aprovecha para coger su almohada y sentarse mano a mano con sus pupilas: «Isto é como un club de amigas, dá gusto tratar con elas!». Habla de alumnas, en femenino, aunque también tuvo algún que otro hombre que quiso aprender en su mercería. Recuerda especialmente a un chico de 29 años que había estudiado Bellas Artes y que la dejó impresionada. «Aprendeu tanto que era digno de ver», reconoce.

Nunca es tarde para aprender, ni es necesario emplear años y años en ir a clase. Chelo explica que buena parte de su alumnado es gente mayor, y recuerda con cariño a «unha señora de 93 anos que viña de Madrid, ¡moito aprendeu nos tres aniños que viviu!, que a pobre morreu aos 96. E iso que viña só tres meses ao ano». Su propia madre, que se inició cuando tenía «75 ou 76 anos», da buena cuenta de ello.

Chelo, que cumple justamente hoy 65 años, vivió también la emigración en sus carnes, aunque estando ya casada y con hijos. «Estiven 13 anos en Suíza, pero como tiña ao meu marido e aos fillos comigo levábase mellor, aínda que meus pais estaban en España», explica. Después pasó a emplearse en una escuela de bolillo, allí se inició en la enseñanza.

Allí daban clase, entre otras, a mujeres en situación de desempleo que se beneficiaban de las ayudas proporcionadas por la Xunta de Galicia, hoy desaparecidas. «Durante un tempo subvencionaban os custos dos cursos e pagaban ás profesoras, pero como case ninguén lograba atopar emprego do palillo, por desgraza acabaron retirándoas». Ahora, por su mercería pasan también mujeres desempleadas, aunque en igualdad de condiciones que el resto de sus estudiantes: con la misma cuota de inscripción y en los mismos grupos, aunque la flexibilidad es algo que ha tenido siempre en cuenta. «Hai mulleres que traballan por quendas ou que teñen fillos e, como é evidente, non poden vir a tódalas horas, así que eu déixolles vir cando poden, sempre no horario da tenda, así é máis fácil para elas».

Compaginar su casa, hijos, negocio y escuela no siempre fue pan comido. Esto de la conciliación, «non é cousa fácil», aunque es de las que piensan que, con trabajo y organización «todo nesta vida se pode facer». Su hija, a la que también pasó la pasión por las labores artesanales, tomará el relevo del negocio una vez se jubile, aunque ya ahora le hecha una mano en lo que puede.

Apunta Chelo que lo del encaje es cosa de familia, «vai nos xenes, a miña filla ganchilla, palilla e fai bordado ao aire, como o que levan os traxes de galega». Incluso ha logrado estirar la tradición una generación más, y ya van por la cuarta: «Teño un netiño de nove anos que xa sabe facer dous ou tres puntos de palillo, ¡dá gusto velo!».