La lectura es un virus que se transmite con pasión

Juan josé lage fernández

VIMIANZO

Ana Garcia

«Una vez ya docente, y como respuesta y reacción a los precarios estímulos recibidos, mis objetivos prioritarios fueron despertar y excitar la curiosidad de mis alumnos, implicándome en varias tareas (...), como crear la revista ?Platero?, que ha cumplido ya 36 años de distribución gratuita en toda España»

01 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Quiero empezar esta andadura literaria perfilando mis orígenes y situándome en el tiempo y el espacio, para seguidamente indagar en mi pasión por el fomento de la lectura. Mi padre nació en Berdoias (Vimianzo) en 1918 y tras la guerra civil española, se trasladó a Asturias, donde conoció a mi madre, nacida en 1921. Desde los tres meses a los 7 años, mis vínculos fueron permanentes con la Costa da Morte, para a partir de entonces residir en la cuenca minera de Mieres (Asturias), en la cual inicié mis estudios de bachillerato (plan 1953), y posteriormente en la Escuela de Magisterio (hoy Facultad de Educación) y en la Facultad de Geografía e Historia.

Y siempre, naturalmente, sin perder los lazos con el terruño paterno, al cual regresábamos todos los veranos, quedando en mi subconsciente un recuerdo imborrable -«la infancia es la patria del hombre»- de una época, humilde, pero feliz, aunque tal vez por suerte, y con matices, ya superada: el calor de la «lareira», el olor de la «broa» recién cocida al horno tras sellar la puerta con «bosta», o las gallinas en libre albedrío por la «horta» o castigadas en el «capueiro». Sin olvidar que también fue mi etapa «digital»: desde el juego del gua al de las chapas.

Retomo, pues, mi interés por el fomento de la lectura, una de las asignaturas pendientes de la educación española. Ningún profesor supo excitarme esa curiosidad, pues por aquellos tiempos el lema era «la letra con sangre entra», olvidando que «la letra con letra entra».

Me inicié en la lectura tal vez para reforzar la escritura de poemas amorosos que enviaba a un programa de radio -La Ronda - que se emitía todos los jueves de 11 a 12 de la noche -la televisión aún iniciaba su andadura- y que todos los adolescentes escuchábamos con pasión. O tal vez también, como afirmaba Ramón Gómez de la Serna, la lectura como «salvavidas o antídoto de la timidez».

Ayudar al profesorado

Y una vez ya docente, y como respuesta y reacción a los precarios estímulos recibidos, mis objetivos prioritarios fueron despertar y excitar la curiosidad de mis alumnos, implicándome en varias tareas, entre otras: organizar y dinamizar las obsoletas bibliotecas escolares de varios centros -cuando una biblioteca funciona dignamente los índices de lectores aumentan-, no imponer ni obligar sino «seducir sin hechizar»; o crear la revista Platero, que ha cumplido ya 36 años de distribución gratuita en toda España y cuya esencia es apoyar al profesorado en temas relacionados con el fomento de la lectura.

Al hilo de todo esto, quiero recordar, en primer lugar, que el término maestro procede del latín magister, o sea, «de gran mérito entre los de su clase», y del cual derivan palabras como «magistral». Etimología a la que alude Savater: «¿Qué somos los catedráticos de universidad, los periodistas, los artistas y los escritores, incluso los políticos conscientes, más que «maestros de segunda» que nada o muy poco podemos si no han realizado bien su tarea los primeros maestros, que deben prepararnos la clientela?».

Y como colofón, dos citas para los «profes» apasionados por la lectura. Gilles Deleuze: «Un buen maestro no es el que ordena ‘hazlo como yo’ sino el que dice ‘hazlo conmigo’». Y Charles Dickens: «Todos los niños nacen con el don innato de la curiosidad, que si no se excita, se desvanece».

Desde los tres meses a los siete años mis vínculos fueron permanentes con

la Costa da Morte