Silvestre Couto: «Después del accidente que me dejó parapléjico solo pensaba en el San Fins»

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

PONTECESO

BASILIO BELLO

PERSONAS CON HISTORIA | El bergantiñán dice que las barreras las crea cada uno y él ha ido rompiéndolas desde que en 1988 se quedó en una silla de ruedas a causa de un accidente. Todavía quedan en la zona muchas que derribar, sobre todo de las arquitectónicas, y reconoce que hasta que uno no se encuentra en su situación no se da cuenta de lo difícil que puede ser la vida. Se refiere especialmente a los políticos. Por eso fue uno de los creadores de lo que hoy es Íntegro, junto a Adolfo López Baña

18 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«Casi tuve que coger a la doctora por la pechera. Le dije: ‘Lo que les estás contando a mis hermanos quiero que me lo cuentes a mi'». Silvestre Couto Torrado llegó a la recién creada Unidad de Lesionados Medulares del ahora Chuac un 11 de junio de 1988. Tenía 22 años y el coche que conducía se había salido de la carretera a causa de la gravilla en la recta de Rus. Volvía de trabajar en Santiago y se dirigía a su casa en Ponteceso. Había mucha inexperiencia, dice, y el diagnóstico fue tardío. «Después del accidente que me dejó parapléjico solo pensaba en el San Fins. Estaba convencido de que iba a salir de allí a tiempo para la fiesta», recuerda.

En noviembre lo llevaron al hospital de Toledo peor de lo que había llegado al centro coruñés. Le habían operado para sellarle la columna. Lo había decidido el equipo de trauma para evitar que se le desplazara la columna, pero lo que consiguieron fue inmovilizarlo, dejándolo «completamente tieso» y sin posibilidades de valerse por sí mismo.

Cuando llegó al centro manchego ya le anunciaron que o lo «desoperaban» o no podrían hacer nada por él. Tardó en decidirlo porque la intervención y la reanimación en A Coruña fue un infierno, pero finalmente se decidió. «Salí del quirófano sonriendo» dice. «Cuando vi que podía levantarme de la cama, ponerme en la silla y valerme por mí mismo fue como volver a andar. Vi que era independiente, algo que me preguntaron al entrar y creí que se referían a la política», explica.

«El sábado antes de su caída le di a Adolfo la lata sobre lesiones medulares. Le valió porque pidió que no le tocaran y una ambulancia»

Silvestre Couto es uno de los fundadores de Ponte-Cabana, la asociación de la que nació Íntegro, de la que es tesorero. Su accidente ocurrió poco más de un año antes que el de López Baña, presidente de la entidad, al que ya conocía de antes. «El sábado antes de su caída le di a Adolfo la lata sobre lesiones medulares. Le valió porque pidió que no le tocaran y una ambulancia», explica. Fue en A Vieira, la sala de fiestas a la que enseguida quiso volver Silvestre en cuanto regresó de la rehabilitación en Toledo. Siempre tuvo claro que no iba a quedarse encerrado en casa. Le acompañaba María Verdes Villanueva, su novia cuando se quedó en silla de ruedas y con la que acaba de cumplir 30 años de matrimonio.

«Adolfo y yo sí estábamos integrados en la sociedad, pero había muchos que no lo estaban. La gente nos miraba raro, pero a base de salir y estar en la calle y la campaña en los colegios, todo se fue normalizando», explica. Reconoce que han cambiado mucho las cosas, pero que todavía queda por andar y eso que él ha hecho casi de todo. Ha esquiado varias veces en Sierra Nevada, suele ir una vez al año a Tenerife para nadar en el mar, incluso ha montado en globo en Mallorca y ha sido parte del equipo de baloncesto que montó la asociación, que fue durante mucho tiempo el único de España en el que todos sus miembros necesitaban silla de ruedas para desplazarse. «El primer partido fue en Ferrol y nos impresionó que todos nuestros contrincantes llegaran caminando. Perdimos, claro».

«Cuando quise volver al trabajo tras el alta había cambiado la ley y quedé sin puesto»

Silvestre es el séptimo de los ocho hijos que tuvieron Pilar Torrado Rellán y Manuel Couto Anido, que fue alcalde de Ponteceso entre 1961 y 1974, además de diputado provincial. Terminó siendo director xeral en la Xunta. Él hizo el bachillerato y quiso trabajar. Logró un puesto de administrativo en el hospital provincial de Santiago, que era de la Diputación. «Cuando quise volver al trabajo tras el alta había cambiado la ley y quedé sin puesto», explica. Se trataba de una norma de 1988 hecha para profesiones en la que una silla de ruedas sí supone una incapacitación. «Yo seguía siendo administrativo y mi trabajo se hacía sentado, nada me lo impedía». Logró dos contratos de seis meses de operador informático y tuvo que volver a opositar a la Xunta. «Las gané en 1992, precisamente cuando me iba a casar, fue como un regalo de bodas». Desde entonces vive en Santiago, donde también tiene plaza su mujer, nacida en A Coruña, pero de familia pontecesana y a la que conoció en una fiesta en Nemeño.

Reconoce que ha sido un gran apoyo para él, al igual que la enorme familia que han reunido entre ambos. Además, está tremendamente orgulloso de lo conseguido con Íntegro, adonde se desplaza una vez por semana. «No volvería atrás. No digo que no me lo plantee en algún momento de bajón, pero he tenido mucha suerte», dice. Se refiere a lo que ocurrió tras el accidente como su «nueva situación» y explica que desde el primer momento tuvo ansia por moverse y volver a llegar una vida parecida a la de antes. De hecho una de las primeras cosas se hizo fue sacarse de nuevo el carné de conducir.