Xusto Gómez: «Non hai trucos para aprobar, pero é máis fácil sabendo notar o coche»

nicolás pose / s. g. CARBALLO / LA VOZ

PONTECESO

BASILIO BELLO

Personas con historia | Este vecino de Tella, en sus más de 40 años de trayectoria como profesor de autoescuela, ha enseñado a 6.000 personas, con 7 millones de kilómetros

12 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Xusto Gómez (Buño, 1956) disfruta en su casa de Tella, Ponteceso, de su nueva vida de jubilado: «Aínda non me adaptei, sigo un pouco desorientado», comenta. Tras más de cuarenta años como profesor de autoescuela aún conserva sus horarios: «O outro día levanteime ás seis da mañán coma se fora para ir á autoescola, porque non perdín o costume», dice, y su experiencia en la enseñanza, pues se mantiene en contacto con su última empresa, la Autoescuela Carcopa, para colaborar ocasionalmente como mentor de los nuevos profesores y ayudarlos en sus primeros meses en la profesión.

Él recuerda sus inicios como un tiempo de muchos nervios y estrés, por sentir la responsabilidad de tener que enseñar bien a tanta gente. «Moitos profesores quéimanse ao principio e o deixan polo estrés, eu recomendo empezar pouco a pouco», aconseja el veterano.

Desde su juventud, Xusto tenía clara su vocación. Mientras estudiaba, trabajó en la Autoescuela Bergantiños en circuito cerrado, donde no se necesitaba titulación. En el servicio militar enseñaba a conducir en la sección de transporte: «Ensinaba nun Pegaso Cometa, un camión con só unha unidade de mando e non dúas coma os coches de prácticas habituais», recuerda Xusto.

Tras la mili, se tituló en Móstoles en seguridad vial de la DGT. Cuando retornó a Galicia, fundó una autoescuela, la Dual, con cuatro compañeros más, entre ellos su hermano menor Manuel, que tenía una vocación similar, aunque más centrada en la mecánica. «Tes que ter moi claro que che gusta este traballo, é unha profesión completamente vocacional e, se non che apasiona, non aguantas un ano, pero é un traballo moi bonito», asegura Xusto. En la Autoescuela Dual pasó la mayor parte de su carrera profesional, con compañeros a los que considera parte de su familia, y su última década en activo lo hizo en Carcopa, en la sede de Arteixo, principalmente.

El temido examen

Los tiempos han cambiado mucho. Ahora hay más tráfico y las calles son más grandes, pero los vehículos se han modernizado para facilitar la conducción. Los exámenes también son más largos y el trazado ha variado mucho, además, el perfil de alumno es bastante más joven. A Xusto le gusta más la situación actual: «Antes facías moito circuito e, agora, é directamente en carretera, a condución real».

Asegura que no existe ningún truco para asegurarse el aprobado: «Non hai trucos para aprobar, pero é máis fácil sabendo notar o coche. Sentir o motor, non centrarse en coñecer o percorrido» y aconseja: «Facerlle sempre caso ao profesor, porque sabe se alguén está preparado. Cando me dicían de ir a examen sen estar listos, eu dicía que eran carne de canón para os examinadores». Él mismo fue a examen sin estar totalmente preparado, pues necesitó dos intentos, recuerda: «Eu xa conducía no 600 de meu pai, pero non sabía a forma de examinar e suspendín xa ao arrancar».

Ahora, recién jubilado, recuerda con cariño los casi siete millones de kilómetros que recorrió para enseñar a familias enteras a conducir: «Cheguei a ter bisnetos de alumnos, porque antes a xente sacaba o carnet sendo moito máis maior», dice, y saluda con orgullo a sus antiguos alumnos cuando los ve pasar manejando por sí solos su propio coche: «Penso que fixen ben o meu traballo porque moitos quedaron contentos e aínda se acordan de min. Eu tamén os recordo e síntome orgulloso ao velos conducindo, porque o bonito deste traballo é ver a alguén progresar dende cero ata que deixa o niño e voa pola súa conta».

«A alumna non acendera o coche e aseguraba que estaba estropeado»

Tras más de 6.000 alumnos examinados bajo su tutela, Xusto Gómez rememora con especial cariño una ocasión en la que el examen se detuvo casi al instante por un error flagrante de una alumna. «O examinador tívolle que pedir perdón e todo á alumna por rirse, porque lle dera un ataque de risa co que pasou», recuerda el veterano profesor.

La historia empieza el día anterior, al término de la última práctica de conducción. La aprendiz, una mujer que rondaba los 60 años, avisó a Xusto de que el coche fallaba, «pero eu non lle fixen caso porque non vin nada raro», comenta. El día del examen, este inició bajando de la Torre de Hécules: «Naquela época aínda ibas dar a volta alí, que era como un obstáculo para examinar e logo collías toda a rúa da Torre para comprobar o manexo nas marchas», dice el exprofesor.

La alumna se subió al coche, un Renault 5, puso el contacto y quitó el freno de mano. Al ser cuesta abajo, el vehículo empezó a rodar y, con total tranquilidad, la examinada pisó el embrague y, sin soltarlo en ningún momento, fue subiendo marchas hasta llegar a la tercera. «Cando chegou abaixo, como era llano, o coche foi perdendo velocidade porque non estaba encendido e, cando soltou o embrague, o coche pegou un tirón e detívose», narra Xusto, que termina: «Ao parar de todo empezou a botarme a bronca porque pensaba que o coche estaba estropeado. Mentras, o examinador ríase no asento de atrás».

En los vehículos modernos saltan avisos en caso de no haberse encendido o haber algún error al momento de iniciar la marcha, «pero os nervios fan que se cometan moitos erros tontos e algún segue intentando arrancar co coche apagado», comenta jocoso Xusto.