«Pensar que trabajas en algo que te gusta es lo máximo que se puede hacer»

PAULA RAMOS / X. A. CARBALLO / LA VOZ

PONTECESO

Ana Garcia

GENTES DEL FINIS TERRAE | El docente José Suárez Souto, recién jubilado del instituto Eduardo Pondal de Ponteceso, fue homenajeado por sus compañeros la pasada semana por su dedicación de tantos años a la enseñanza

07 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

José Suárez Souto se despidió de las aulas del IES Eduardo Pondal de Ponteceso hace un año. La pandemia truncó sus planes. Él no quería dejarlo. «Por mí, seguiría mientras viviera», confiesa. Llegó a las aulas por la insistencia de un par de conocidos en el año 1979 y allí, entre pizarras y pupitres, descubrió su vocación. «Es lo máximo que se puede sentir», sostiene. Sus más de cuarenta años como docente se resumen en una sola palabra: satisfacción. La que supone, dice, «disfrutar viendo cómo aprenden y progresan los chavales». José sabe de primera mano que decir adiós es difícil. «Las lágrimas asoman a veces», apunta. Sin embargo, tiene recuerdos suficientes para sobreponerse a esa tristeza.

-¿Cuántos años se ha dedicado a la docencia?

-Empecé en el curso 1979-1980 y terminé el año pasado. Tendría que hacer la cuenta la verdad. Todo el tiempo estuve en el IES Eduardo Pondal, no tuve traslados a otros centros.

-¿Qué fue lo que le llevó a la enseñanza?

-Es un poco difícil de explicar. Yo estaba trabajando, como muchos más, y el centro había que ponerlo en marcha. Se partía de cero y, bueno, por gente que me conocía, que estaba vinculada aquí en el Ayuntamiento, que fue el motor principal de todo esto, el que promovió todo, pues alguien me dijo. «Oye, ¿por qué no te apuntas para dar clase? No seas tonto». La típica conversación, hasta que, bueno, me convencieron. Al año siguiente hice la oposición, la aprobé y ya no me bajé del carro hasta el año pasado.

-Su materia ha sido la automoción.

-Sí, siempre la automoción; sacando los primeros años en los que no había horas suficientes, entonces compartía con otras asignaturas afines como por ejemplo dibujo, tecnología y esas cosas. Después, cuando ya había horarios completos siempre me dediqué a impartir automoción. Porque, además, es lo que me gusta; la disfruté yo todos estos años en la escuela. La dirección y demás, de refilón siempre y, en algunos casos, a disgusto por presiones y demás.

-¿Qué se lleva de estos años?

-Una satisfacción inmensa. Pensar que estás trabajando en algo que te gusta, eso es lo máximo que se puede hacer, pienso yo. Porque, aparte de enseñar, disfrutas de lo que haces y disfrutas viendo a los chavales, cómo aprenden, cómo progresan... Aun hoy mismo me encuentro con muchos de ellos por la calle y recordamos esos tiempos. Para mí fue lo más importante, estar con gente que quería aprender e impartir lo que a mí más me gustaba. Lo mejor, lo máximo que se puede sentir en estos casos.

-¿Se va con mal sabor de boca por dejar las aulas en medio de la pandemia?

-Al principio, sí, pero luego, no. Muchos de mis compañeros me dijeron, «yo en tu situación haría esto, esto y esto». Mi objetivo era aguantar un año más, pero rápidamente me di cuenta de fue lo mejor que pude haber hecho.

-¿Es difícil decir adiós?

-Sí, porque tenía muy buena relación con todos los compañeros y con los alumnos, a los que además les había prometido que continuaría con ellos el año siguiente. Llegó el momento y no fue así. Bueno, un momento delicado a nivel sentimental. Pero pasa un tiempo, no sé, un mes, dos meses, y ya las cosas se ven de otra forma. Claro que aun así, las lágrimas asoman a veces.

-Asoman las lágrimas porque se lleva un buen recuerdo.

-Claro que sí. Volvería a repetir sin ninguna duda. No sé si otros pueden decir otra cosa, pero yo, sin duda, seguiría mientras viviera. Por como está la cosa no me lo permitían y bueno, ahí quedo la cosa.

-En una palabra. ¿Qué es la enseñanza?

-Satisfacción.