Luis Ramón García: «Regresé a este mundo hace 32.465 días»

L. Ramón G. del pomar

PONTECESO

ANA GARCIA

EN PRIMERA PERSONA | «Finisterre solo concluye si abandonamos los sueños de libertar y el afán por servir con lealtad», dice el artista multitarea con raíces en Ponteceso

12 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Vine a Ponteceso Cultura Permanente para representar un monólogo y aquí encontré una tierra que ya es mi cuna. Ponteceso me dio la mayor obra de arte que existe en su naturaleza, el precioso corazón de mamá Cuti y su inquebrantable valor.

Puede que sea una característica de aquellas heroicas mujeres gallegas que conocieron las calamidades de una guerra civil o exclusivamente de esta persona menudita que apenas pudo ir a la escuela y crio a dos retoños trabajando entre los azares de la supervivencia exigida por el día a día en el Bar Barreira. Llegadas las peligrosas noches de la posguerra y aún muchos años después, para vivir con su marido el amor que se debían, viajaba con él hasta Santiago en el camión, Pegaso, que fueron pagando a plazos. Ida y vuelta en la misma noche para llegar al bar y abrirlo con buena hora, servir los cafés tempranos y que los críos anduvieran listos para el colegio. Genaro siempre fue fiel, nunca hubo en sus ojos otra rapaza más que su Cuti.

Querida mamá Cuti: Valga esta preciosa oportunidad para reconocer la vida ejemplar que nos traes. Somos la generación que te hereda, los que recibimos el saber en el que nos das constancia de que Finisterre solo concluye si abandonamos los sueños de libertad y el afán por servir con lealtad a nuestros semejantes. Y gracias por arraigarme a este generoso lugar, Ponteceso, franja que haces de la hermosa nobleza humana.

Ahora ya puedo, sea para bien o mal, hablar de mí. Voy a contar que registraron mi parto en Los Corrales de Buelna, Cantabria, dos años antes de que nacieran mis yayos paternos y siete años antes de que llegaran los abuelos maternos. Si, han leído bien, soy mayor que mis abuelos. Así fue como pude urdir el plan para que mis padres se conocieran y llevarles al cubito supino en el que me engendraron. No me resultó fácil, tuve que esmerarme mucho. Las primeras veces solo fui capaz de producir conjuros para que nacieran féminas, se me adelantaron mis dos hermanas mayores. Claro que, cuando por fin supe hacerme con el sortilegio para hacer niños, con ello me vinieron todas las buenas suertes de cara; mimos, caprichos, besos con o sin babas, regalos y, con el tiempo, buenas propinas. Para mis hermanas quedó el compromiso de no descuidar las múltiples atenciones que mi infancia merecía. Llegué donde el niño siempre es lo más esperado, donde el buen rigor exigía un barón por fin. Todo matrimonio que quisiera presumir de los deberes bien hechos, signo de felicidad en su hogar, ja, ja, ja, o había niño rechoncho al que pasear en su cochecito para gozo de familiares, amigos y vecinos, o felicitaciones de consolación disimulada y halagos fatuos.

Poco podían suponer que, conmigo, criaban a la oveja más negra de la comunidad, a un hijo que iba a querer vivir en la loca, inestable y arriesgada aventura de las artes.

Mi padre, hombre pragmático que vivía el arte como hobby, que se había esmerado en hacerse químico, juez y comerciante -aunque excelente barítono, director de corales religiosas y actor en una compañía de Acción Católica-, aún muy a pesar de lo que para él hubiera significado, en aquellos tiempos de moral católica exacerbada, una terrible vergüenza social, tal vez hubiera preferido el deshonor de una hija soltera y preñada por un no sé sabe quién o que yo fuera homosexual, claro que en el armario si fuera posible, antes que artista, heterosexual y promiscuo, tres condiciones muy bien heredadas de él. En cambio mi madre... Ay, mi madre. Suspiro. Gracias a los castigos que me infringía, párrafos apestosos que me hacía copiar de los libros escritos por aquellos fantasmas que vivían en las estanterías fijadas a la pared, hoy puedo disfrutar del escritor que me habita.

Si. La materia de mis edades Desde Argelia a Rock-Ola, es mi décimo libro, publicado recientemente por la Editorial Ocho y Medio Libros de Cine. Atrás van quedando la edad descargando camiones, de camarero o vendiendo helados por Inglaterra, lo mismo que de friegaplatos o tocando y cantando en los metros de media Europa o de mantero y todo lo que hiciera falta para comprar óleo, pinceles, guitarras y pagarme clases de canto e interpretación actoral. Igualmente, atrás van quedando mis tres discos publicados y los periplos como director de las salas de conciertos más relevantes de Madrid, o mi energía para ser uno de los pilares que propició ese movimiento cultural que nos ha trascendido para la historia universal, La Movida Madrileña. También voy olvidando el sello que dejé, como fundador de la Asociación de Creadores para la Moda de España y director de la Escuela de Diseño A.C.M.E., y donde trabajé diseñando vestuarios para Tina Turner, Eric Clapton, Roxet, Los Manolos, La Frontera y tantísimos más, incluyendo a importantes compañías de teatro, además de los cuatro años en los que alterné con el programa semanal en RNE, Radio3, En El Aire. Qué decir de mi trabajo interpretativo en series de TV: El Comisario, Toledo, La que se avecina, Centro Médico... En películas, entre tantas más, H6, Alacrán Enamorado, Historias de Lavapiés, 800 Balas y, la más reciente, Rosalinda la película...

Comienzo a negarme que pronto seré anciano, tal vez lo sea ya. Puede que mi amor por Sonia, sus ojos, mi pasión por ella y los espejos, vengan ocultándome de la vetustez. Regresé a este mundo hace 32.465 días, recuerdo el florecimiento de la primavera, era la una milcuatrillonésima vez que resucitaba entre una sociedad que deambula adorando a falsos dioses para enmascarar la ausencia de verdadera espiritualidad.

Y ya para despedirme, quiero hablarles de mi último libro, publicado el 19 de noviembre por Editorial Ocho y Medio Libros de Cine: La materia de mis edades “Desde Argelia a Rock-Ola”. Una biografiá de Jorge González “Pancho”.

Narro en este libro toda una “confesión” de la apasionante y arriesgada vida de Jorge González, conocido propietario del templo de la “Movida Madrileña”, el mítico Rock-Ola. Nacido en una chabola de un suburbio en Argel, hijo de una familia muy humilde, se hace a sí mismo en condiciones muy difíciles y termina formando parte del núcleo de las familias pudientes de la colonia francesa. Por duros avatares del destino, llega a ser uno de los líderes del grupo terrorista francés OAS, dejándonos un relato verídico muy interesante, desde sus tripas, sobre todo el proceso de la lucha e independencia de Argelia y, ya en su condición de fugitivo, sus posteriores peripecias, la más intensa de incógnito en París, hasta desembocar en su huida a la España de finales de los sesenta, donde comienza su nueva trayectoria.

A partir de ahí nos encontramos con todo un relato del mundo de la noche y el ocio en nuestro país, durante casi dos décadas, donde sus proyectos como empresario resultan en muchos casos pioneros y exitosos, desde restaurantes a salas, bares y discotecas, acompañados de todo el glamour de ricos, famosos, gentes del espectáculo y de la cultura, que desfilan en estas páginas de manera sugestiva, de acuerdo a las tendencias y movimientos de cada periodo, principalmente en Madrid, sin olvidar a Ibiza y la Costa del Sol. En paralelo, sus dificultades con su matrimonio y toda una serie de amoríos, tanto con estrellas de esas épocas como con otras mujeres que le ayudarán en momentos complicados, asoman de manera descarnada. De igual modo el mundillo de las mafias y cuerpos policiales, aparecen también de manera inevitable, de forma recurrente en la problemática de su vida.

Su descripción de aspectos interesantes de la “Movida Madrileña”, en torno a la catedral del Rock-Ola, son de imprescindible lectura para disponer de una mayor información de lo que realmente fue y supuso aquellos ochenta, de la mirada que tuvo en esos momentos Madrid en el mundo debidas a una explosión de colorido, vitalidad y libertad, por la cantidad en definitiva de acciones y personas embarcadas en la música y en todas las actividades creativas culturales “rompedoras”.

Sin embargo en medio de todo eso, Jorge González se vería envuelto en los trasuntos asociados a la lucha contra ETA por su antigua experiencia con la OAS y finalmente, producto de serios enredos, tras el “forzoso” cierre del Rock-Ola, terminará saliendo de España, momento en que concluye esta genuina biografía.

Resulta por tanto un fascinante recorrido de fenómenos sociales, poderes políticos y económicos, intrigas, fugas, pasiones amorosas, crímenes, modas, ocio, famosos, mafias… que componen todo un reflejo histórico de varias décadas de Argelia, Francia, Alemania y España, conmigo como testigo y partícipe excepcional de muchos de sus acontecimientos, expuesto todo bajo mi fluida y fidedigna narración.