Isabel Aguirre: «Ya no recordaba la belleza de Balarés»

Isabel Aguirre

PONTECESO

ANA GARCIA

«Recuerdo los días de adolescente en Sergude, con las primas [...] Recuerdo al tío Fernando, estaba prohibido molestarle, solo nos permitían entreverlo por la rendija de la puerta de su estudio», escribe la directora de la Escola Galega da Paisaxe

07 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Volver a la comarca de Anllóns… En Galicia siempre los ríos, con los ojos de una larga vida detrás, para reencontrarme con la belleza de su paisaje hace que en la memoria se agolpen imágenes, sonidos, colores que intento ordenar.

Lo primero que recuerdo son los días de adolescente en Sergude con las primas, recorriendo a caballo el misterioso bosque de La Chousa, entre el miedo y la emoción y el olor del bosque, húmedo, fresco y crujiente. Recuerdo asociado a la imagen del tío Fernando (Sotomayor), toda una institución familiar. Prohibido molestarle. Solo nos permitían entreverlo por la rendija de la puerta de su estudio, sentado, pintando al lado de la ventana, la habitación a oscuras, y cuando a veces nos acercábamos un poco, solo un poco, de puntillas, creyendo que no nos sentía, estoy segura de que él entraba en el juego del misterio. Recuerdo muy bien la fascinación de verlo dibujar una cara, siempre empezando por los ojos -nos decían- unos ojos que nos miraban vigilantes sobre el lienzo vacío. Pasaron los años, nos dispersamos, aunque volvíamos de vez en cuando, siempre en verano, a reunirnos en alguna comida familiar, pero ya los recuerdos se asociaban a otras cuestiones muy diferentes, algunas bien tristes en el precioso cementerio de Xornes.

Pero hay un recuerdo persistente y feliz: el recuerdo de las ricas comidas por toda la zona de Ponteceso, donde descubrí los reos y las angulas. ¿Dónde están ahora? Seguramente para muchos son algo desconocido, ni siquiera sabrán que los hubo. Una riqueza tan singular que tendríamos que recuperar cuidando el río y sus regatos, porque si lo hacemos los reos y las angulas volverán, seguro que están deseando volver.

También yo volví después de muchos años, cuando mis hijos y mis nietos me propusieron ir a la playa de Balarés a pasar el día y, como siempre, dije que sí a las propuestas de «mi tribu» aunque hacía años que no pisaba una playa en verano. Las playas que había disfrutado en mi niñez con el agua transparente, la arena limpia llena de conchas y caracolas, ya no son esas playas y no había querido volver, pero mi sorpresa y alegría fue Balarés: una belleza de playa con un entorno increíble. Olía a pinos y a mar. Las dunas llenas de plantas silvestres, la arena limpia y preciosa. Un placer que ya no recordaba.

Y después, casualidades de la vida, la Fundación Eduardo Pondal de O Couto se puso en contacto con nosotros y fui a verlos. Un lugar estupendo con una gente sabia y entusiasta enamorada de su tierra. Gracias a ellos tuve ocasión de conocer mejor el entorno del Anllóns, sobre todo el Monte Blanco con su soberbio panorama que te deja sin habla y te llena el corazón.

Y entonces los recuerdos se despiertan y, con una mirada que ha visto ya muchos paisajes, vuelvo a sorprenderme de la belleza espléndida y variada que conforma esta comarca de la Costa da Morte. ¡Qué contraste tan enorme entre su nombre y la naturaleza que la conforma que es pura vida!

Unos cuantos apuntes biográficos...

Nacida en Vilagarcía en el 1938, comenzó a estudiar arquitectura con 40 años en la UDC. Es la directora de la Escola Galega da Paisaxe desde su creación, en 2008, y una reconocida urbanista. Fue merecedora del Premio Nacional de Arquitectura Manuel de la Dehesa y del Premio Europeo de Intervención en el Patrimonio Arquitectónico. La Ribeira Sacra, aseguró en varias ocasiones, es su lugar de escape favorito y, probablemente, el paisaje «más hermoso» que ha visto nunca. Entre sus trabajos más reconocidos está la rehabilitación del Parque de Bonaval en Santiago.