«Era como un bicho de circo, a xente nunca vira unha neniña dun quilo»

Cristina Viu Gomila
Cristina viu CARBALLO / LA VOZ

PONTECESO

ANA GARCIA

PERSONAS CON HISTORIA | María Teresa Martínez Collazo | Los días de Tere parecen tener más horas que los de nadie. Del 78 al 92 llevó la discoteca Teyma de Ponteceso, crio dos hijos y cuando le sobró algo de tiempo se puso a hacer manualidades, donde nació su pasión por la pintura. Muchas iglesias lucen mantenles y cirios pintados por ella. Aunque cuida a su madre casi centenaria, aún acepta encargos

02 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Tere nació diminuta y su gemela, más grande, murió en el parto mientras su madre se desangraba. Anllóns estaba mucho más lejos que ahora, pero aquel bebé escuálido demostró unas enormes ganas de vivir, las mismas que exhibe 69 años después. Su madre, casi centenaria, aún le recuerda que la gente venía a verla desde Ponteceso, «como a un bicho do circo» y que su padre amenazó con tirarla por la ventana porque no paró de llorar hasta que cumplió dos años, pero a los tres «empecei a medrar e engordar. Menos mal que era unha xemelga, que se chego a ser soa...».

Ese ímpetu, que hizo a aquella pulgarcita de Anllóns saliera adelante entre botellas de agua caliente y la penicilina que consiguió su padre, sigue intacto y ha dado para criar dos hijos, llevar una discoteca como la Teyma de Ponteceso o pintar de todo, desde las zapatillas para la playa hasta cirios y manteles de iglesia. Su último trabajo, un Sagrado Corazón en un velón, puede verse en Zas porque a Tere le llegan encargos de todas partes, por lo que ni siquiera sabe bien en qué iglesias concretamente se encuentra su labor.

Pero entre 1978 y 1992 no tuvo demasiado tiempo para las manualidades. «Nunha viaxe polo sur, con outra parella, comentamos o ben que ían as discotecas», explica. De ahí surgió la Teyma de Ponteceso. Su esposo y ella se endeudaron para comprar el terreno, construir el edificio y poner en marcha la sala de fiestas. «Cando debiamos tantos cartos o mesmo cobraba as entradas que limpaba os aseos e facía pantalóns curtos para os meus fillos cos dos meus irmáns», recuerda.

Fueron tiempos de mucho trabajo. «As tres da mañá apagábase a música houbera xente ou non, non era como agora. Despois tiñamos que fregar e as catro e media marchabamos para casa. O domingo abriamos de novo as catro da tarde para o pase infantil», recuerda.

Además llevaba la taquilla. «A entrada custaba 100 pesetas para as mulleres e 300 para os homes, con dereito a copa», explica. Les fue bien, aunque reconoce que «fomos uns valentes naquela época» y le permitió conocer a muchos jóvenes. «Gardáballes as chaquetas e os abrigos e vendíalles tabaco», explica. Tere estaba en todas partes, lo mismo en el guardarropa que poniendo copas. Por eso sabe que a la Teyma venía gente de Carballo e incluso de A Coruña y que de la discoteca salieron muchos matrimonios, aunque ahora ya no controla tanto. «Agora son maiores e os que andan por aí son os fillos», explica.

Ella tiene dos y un marido, Tito Pet, al que conoció en una visita en el colegio Hogar de Santa Margarita, en A Coruña, donde estudiaban sus hermanos. Después de ese encuentro inesperado, porque ella había ido a acompañar a su padre, comenzó una relación que fue epistolar exclusivamente durante dos años. «Gústame moito escribir cartas. Houbo temporadas que lle escribía a diario. Mesmo para mandar un recado prefiro facer unha nota. O meu fillo sempre di que colla unha folla ben grande porque non me chega a nada. Escribo igual que falo, empezo, encho a folla que non dou acabado...», dice.

Y más que podría contar con tiempo, pero la esperan en la Comida das Fías. «Os homes son normalmente os que saen, pero este día quedan na casa. Eu vou polo desfile», explica.

ANA GARCIA

«Eu son unha señora de aldea e nun piso o traballo logo se acaba»

María Teresa Martínez se ha especializado en pintura sobre tela, pero para llegar a este punto ha tenido que ir probando otras cosas. Ha sido un camino largo, porque llegó a las manualidades para huir del tedio: «Non son de cafeterías». «Eu son unha señora de aldea», dice y estaba acostumbrada a una serie de trabajos que le ocupaban la jornada. Cuando se trasladaron a un piso de A Coruña y sus hijos no volvían del colegio hasta las cuatro de la tarde, a Tere, el día se le hacía eterno.

Una conocida le recomendó las clases de manualidades y a partir de ahí comenzó una ingente labor de bordado y ganchillo, que se acabó cuando terminó por darse cuenta de que no le cabían más tapetes en su casa ni en las de sus amistades. De ahí pasó a modelar. «Facía unhas rosas preciosas, ramos enteiros regalaba a todo o mundo porque a min non me gustan as naturezas mortas, gústanme as rosas nos xardíns», explica. Cerrado también este camino se abrió al de la pintura y ahí es donde encontró su vocación.

Zapatillas

Empezó pintándose las zapatillas para ir a la playa y camisetas para los niños y para ello. Incluso su habilidad le sirvió para salvar alguna prenda. «Cando caía algo de lixivia nun pantalón facía un ramo ou unhas uvas. Eses son os meus deseños», explica.

Una cosa llevó a la otra y empezó con el óleo, aunque no ha dejado nunca la tela. Camisetas, juegos de toallas, manteles y otras muchas piezas tienen originales de María Teresa Martínez, cuyo arte está ahora centrado en los motivos religiosos, lo mismo un cáliz, que la capilla de Fátima, en tema del año pasado por coincidir con el aniversario.