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josé ramón varela

PONTECESO

BASILIO BELLO

En primera persona | José Ramón Varela es vecino de San Sebastián y con padres de Corme, un lazo que nunca ha perdido

14 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace ya algunos años, durante la sobremesa de una comida familiar, uno de mis hijos me preguntó: «Aita (papá), cuando te mueras, ¿dónde deseas que te enterremos, en Corme o en San Sebastián?». Nunca había pensado en ese tipo de preferencias. Sin embargo, mi respuesta fue inmediata: «No quisiera que anduvierais con mi cuerpo como si fuera un alma en pena: si muero en Corme, quiero que me enterréis en Corme, y si muriese en San Sebastián, enterradme en San Sebastián; que sea la propia muerte quien decida el lugar donde debo descansar».

Hasta hoy tenía olvidada esta vieja conversación, pero en este momento en que te relato estos retazos de las emociones contradictorias de mi existencia, alguna neurona se ha encendido y ha emergido este recuerdo.

En estos últimos años, en mis estancias en Corme reiteradamente algún amigo, algún conocido e, incluso, algún desconocido, me han preguntado dónde nací realmente. Al principio les daba un sinfín de explicaciones para saciar su curiosidad; hoy me bastan tres palabras para zanjar el tema. No creo que tenga la más mínima importancia dónde nací. Uno no es de donde nace, ni tan siquiera es de donde pace, uno realmente es de donde los demás lo encasillan. Y es que uno de los estigmas de pertenecer a una familia de migrantes es vivir permanentemente con la impresión de no ser de ninguna parte, una especie de nómada o apátrida.

Curiosamente en San Sebastián mis amigos vascos me llaman gallego y en Corme, por el contrario, mis amigos gallegos me llaman vasco. Esta dualidad de pertenencia intuyo que es bastante común en las miles de familias que, como la mía, un día tuvieron que abandonar su tierra para probar suerte en otro lugar y allí se quedaron.

Fue a raíz de una desgracia -la letal marea negra que provocó el hundimiento del petrolero Prestige- lo que me hizo comprender que esta dualidad de identidades no era, como yo había pensado y sentido siempre, una fatal desgracia, sino todo lo contrario, un valor del que no muchas personas tienen la oportunidad de gozar. En aquellas fechas, aprovechando mi posición de directivo de la Casa de Galicia en Gipúzkoa, se me brindó la ocasión de dirigirme a mis paisanos vascos para motivar y recabar su solidaridad con mis paisanos gallegos. No me fue mal, ya he olvidado todos los frutos que cosechamos, pero sí recuerdo que fui un interlocutor válido para autoridades, medios de comunicación, empresas y organismos culturales por mi condición de gallego y, al unísono, vasco o, si lo prefieres, por mi condición de vasco y, al unísono, gallego.

Si estoy en Euskadi o estoy en Galicia, si mi interlocutor es vasco o es gallego, gozo por igual de una conversación amena e inteligente, de un paseo relajante, de una comida o unos vinos entre amigos. Y me molesta de igual manera, esté aquí o allí, ese tipo de personas, sean vascas o gallegas, que casi sin conocerte te encasillan, te prejuzgan adjetivándote de vasco o gallego.

Hay quien afirma que solo se enorgullecen de sus orígenes aquellas personas que no tienen nada más importante de qué enorgullecerse, ya que el origen nos viene impuesto y no es una obra propia. Yo no estoy de acuerdo con esa afirmación, para mí sí es un orgullo ser de Trintxerpe y ser de Corme, tener dos patrias chicas, sentir esa doble pertenencia que, nos guste o no, tanto influye en el modo de manifestar nuestras emociones.

Me encanta gozar del atardecer en el Cabo de Roncudo, miro al mar y a ese sol que se despide ahogándose en el océano. No siento tristeza alguna, porque sé que mañana, nuevamente, como cada día desde hace miles de millones de años, el sol volverá a alumbrar mostrándonos que la vida no repara en pequeñeces, que nuestra existencia es muy efímera y tanto da que seas vasco o gallego.

Nació en San Sebastián en 1949. Durante ocho años presidió la Casa de Galicia de Guipúzcoa, de la que sigue formando parte en la junta directiva. Jubilado de banca, es directivo de la Sociedad Fotográfica de Guipúzcoa. Gran conocedor de la emigración de Corme y de Galicia en el País Vasco. Ha publicado varios libros, entre otros una Historia de Corme, editado por la Diputación coruñesa. Es Excelence de la Confederación Española de Fotografía.