«Fomos no pasado unha pequena aldea de faranduleiros»

Marta López CARBALLO / LA VOZ

PONTECESO

FOTO CON HISTORIA | Uno de los componentes de la orquesta Venus y la esposa del fundador recuerdan cómo fueron sus años de trayectoria

02 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La foto. Setenta anos desde su fundación.

Quiso el azar que la primera actuación de la orquesta Venus, constituida como tal, fuese en Año Nuevo del 1948, en el desaparecido cine A Vieira. Manuel Agraso, Alfonso Costa, Ezequiel Álvarez, José María y Ramiro Cotelo fueron de los primeros componentes, pero enseguida la plantilla creció, pues apenas el año siguiente, gracias al éxito cosechado, crecieron hasta la decena. En la imagen, tomada en 1967, la orquesta estaba ya consolidada y tocaba en A Ponte do Porto. Músicos sin mayor formación que la autodidacta pero con capacidades que dejaron boquiabiertos a los que tuvieron el placer de verles en directo.

BASILIO BELLO

Los protagonistas. Jacinto Paredes y Estrella Ternande.

Jacinto se incorporó a la orquesta Venus siendo un pipiolo de 13 años, cuando aún vestía pantalones cortos. Su especialidad es el acordeón, aunque a lo largo de su carrera tuvo la oportunidad de cursar la carrera de piano, además de dedicarse toda su vida al mundo de las orquestas (Trébol, Los Satélites, Sintonía...). Ya llevaba entonces la Venus alrededor de dos decenios de trayectoria, capitaneada en todo momento por el fundador, Jesús Cotelo. De él habla Estrella Ternande, su esposa, quien todavía guarda los instrumentos del músico como si de oro en paño se tratase. «Tráenme moitos recordos», dice Estrella.

La historia

Hubo un tiempo en el que vivir de la música era una aspiración, y no una utopía. Manejar decentemente un instrumento y formar parte de alguna banda popular era, a mediados de los cuarenta, garantía de futuro.

El padre de Jesús Cotelo tenía conocimientos de música, que practicaba cuando subía al monte a rozar. Se encargó de transmitírselos a su hijo, que posteriormente entraría a formar parte de una banda local de la zona de O Couto, Ponteceso. «Nos Jamallos», confirma su esposa, Estrella Ternande, que aún conserva bien guardadas varias piezas que tocó su marido durante su trayectoria en la música. «Xa houbo quen as quixo comprar, pero eu non as vendo por nada. Ningunha filla nin neto se me quixo dedicar a iso, pero teño un bisnetiño que me di: ‘Eu quero ser músico, abuelita’. Ten tres aniños, non é máis que un falar, pero se nun futuro os quere, serán seus», explica Estrella.

Jesús fundó la Venus en el 1948, y por los sesenta entró a formar parte Jacinto Paredes con solo trece años de edad. «Levaba aínda pantalóns curtos, fíxate. Creo que musicalmente foron dos momentos máis felices da miña carreira. ¡Moito me mimaban! Era o único rapaz, claro», apunta el propio Paredes.

Recuerda que una vez, tocando en Traba por los Milagros junto a otra orquesta de Pontevedra, «o camerino que tivemos foi unha leira. Cambiámonos entre o millo». Al menos, dice, estaba lo suficientemente crecido como para tapar lo importante. También se acuerda de haber sido contratados para alguna aldea pequeña y, al no haber carreteras decentes, tener que ir a buscarles los vecinos con lo que tenían a mano (carros, tractores...) y llevarles hasta el campo. «Contaría miles de anécdotas», asegura.

La actuación la cobraban en verano en torno a 3.000 pesetas, pero algún año, llegado el 15 de agosto, se tienen embolsado 8.000: «Eran xa cartos... ¡Unha fortuna!», dice Jacinto.

Recorrieron multitud de celebraciones por Galicia, pero también en Asturias y León. «O que lles daba o carto» se ríe Estrella, que nunca pudo ir a verles tocar. «Tiña daquela dous patróns na casa, animais e as rapazas. Non tiña tempo ningún de ir velos», dice, aunque sí podía escuchar ensayar a su marido cuando le pillaba por casa. «Se tivera tido oportunidades, como despois as tivemos os demais, tería sido -aínda máis, se cabe- un grandísimo músico. Xa daquela sabía usar o diafragma e facía moi bos arreglos. Eramos unha orquestra de clase media, pero grazas a que traballabamos moi ben eramos tan apreciados como algunha grande coa íamos para facer ‘de recheo’», incide Jacinto, que no cesa en proclamar su admiración por Jesús.

Alrededor de diez componentes solían pisar los escenarios, y uno de ellos (llegaron a ser dos en algunos momentos) se encargaba de poner la voz. ¿Mujeres? «No. Nunca. Estaba prohibido. Unha tontería, pero...», recuerda Jacinto, a quien la Trébol acogió durante la friolera de 34 años. «Según fun avanzando na miña carreira fun admirando máis e máis a esta xente. ¡Como soaban aqueles instrumentos! E sen ter preparación ou formación ningunha. Sen oportunidades».

Gran cantera fue todo el área entre Corme Aldea y Ponteceso, rememora el músico junto con las hijas de Jesús y su mujer. «Neste pequeno pobo [O Couto] había 10 ou 12 persoas dedicadas á música. ¡Eramos unha pequena aldea de faranduleiros!», remata.