Vallas en torno a la casa de Mourelle

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CRÓNICA CIUDADANA

PONTECESO

21 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde ayer, la casa del Almirante Mourelle de la Rúa en Corme está rodeada de vallas. El derrumbe no parece inminente, pero el Concello de Ponteceso no quiere que los viandantes corran peligro, por lo que los separa prudentemente de la entrada por la que un joven Francisco Antonio Mourelle salió para descubrir un buen puñado de islas de Oceanía y explorar los mares de Alaska. El almirante no regresó. Está enterrado en el Panteón de los Marinos Ilustres de San Fernando, junto a otros excelsos navegantes, por lo que la casa es el único recuerdo tangible del glorioso pasado marinero de Corme.

Ya en el año 2000 la vivienda amenazaba ruina, los herederos eran muchos y no se ponían de acuerdo. Con el tiempo lo hicieron. Todos llegaron a la conclusión que la casa era en realidad una carga y a finales del 2014 hubo acuerdo para la donación al Concello. Hacía años que se hablaba de un museo relacionado con el mar y podría haber sido una realidad, pero los tiempos no fueron los adecuados y la familia cedió cuando la crisis había alcanzado su máximo nivel, por lo que ya no había dinero recuperar el edificio. No lo tenía el Concello ni prácticamente nadie. De hecho, cuando Lois García Carballido accedió a la alcaldía una de las primeras cosas que hizo fue darse cuenta de que nunca tendría dinero suficiente para pagar las obras. Optó a la desesperada por ofrecer la antigua vivienda a una fundación, pero ni Corme ni el edificio resultaron atractivos.

Ahora el proceso comienza de nuevo, las vallas, el miedo a que un cascote hiera a alguien, la certeza de que a una parte muy importante de la historia de Corme le quedan dos telediarios y la conciencia de que el edificio está en realidad en un callejón sin salida.

Es posible que en este caso se actúe como en tantos otros. Es cuestión de dejar que los inviernos hagan su trabajo y terminen por echar por tierra la casa en que nació Mourelle de la Rúa, en 1750. De los restos quizá se salve el escudo, que acabará tal vez en el museo militar de A Coruña o en el del Mar de Vigo. En todo caso, muy lejos de Corme, donde habrán perdido la oportunidad de aprovecharse de la fama de su más ilustre vecino.

Hace más de seis años, en octubre del 2010, la asociación histórica y cultural Gran Armada, en colaboración con el Concello, celebraron un gran acto para conmemorar los 260 años del nacimiento del almirante. En A Ribeira hay desde entonces un busto del marino, obra de Manuel Castro. Quizá termine por ser el único rastro en Corme de quien dio nombre a islas, puertos y refugios de Alaska y el oeste de Canadá. De momento, lo mejor es apartarse para no llevar un coscorrón.