Las abellarizas emergen en Muxía

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

MUXÍA

CARMEN TOBA

Redescubiertos unos imponentes panales de miel abandonados en Agranzón, en la parroquia de Ozón

16 jun 2018 . Actualizado a las 12:11 h.

En Agranzón, en la parroquia de Ozón (Muxía) resisten en un excelente estado de conservación unas abellarizas o alvarizas centenarias, tal vez de la Edad Media. De gran tamaño y numerosos espacios en los que se almacenaban los panales de miel. Siguen rodeadas por un gran muro que servía de defensa ante los animales salvajes más golosos, y seguramente son mucho mayores de lo que se ve a simple vista, pues buena parte está recubierta de maleza. También han crecido los árboles, y dentro del recinto se levanta una carballo centenario, lo que da una idea de la falta de uso en los últimos decenios. Las abellarizas están perfectamente resguardadas con grandes planchas de piedra laterales, además de las horizontales que las cubren (las campas). Este conjunto está situado en el fondo de un valle, al que se accede por un camino estrecho de servidumbre, que en otros tiempos tuvo una cierta intensidad de tránsito, pero que poco a poco se va olvidando. Está en el fondo de un valle, y muy cerca hay un río. Es una zona de gran belleza.

El conjunto es de propiedad privada, de una familia de Agranzón. El enclave es conocido como A Abellariza do Crego.

Carme Toba Trillo, vecina de Agranzón, miembro y vocal de la junta directiva de la Asociación pola Defensa do Patrimonio de Galicia (Apatrigal) es quien ha redescubierto este lugar. Porque descubrir como tal no puede decirse: todos los vecinos de una cierta edad saben dónde están esas abellarizas, y además mantienen vivo el microtopónimo, pero el abandono del campo y de las tareas agrícolas, además de la marcha a las ciudades o a otras localidades de los más jóvenes, contribuye a que se vaya dejando de lado este y otros focos de gran interés histórico, especialmente de arquitectura popular (fuentes, molinos...).

Carme buscó información en la propia familia. Una tía de casi 90 años la recuerda «de toda a vida», desde que era niña. Asegura también que, en la época de retirada de la miel, se empleaba una semana entera. «Os nenos dos lugares de Castelo e Agranzón achegábanse ata a alvariza e os velos donos dábanlle cadanseu anaco de mel», explica sobre esta fuente de tradición oral. Había quien llevaba agua con miel. Todo lo que se retiraba era para autoconsumo.

Desvinculación

El caso de Carme no es atípico: muchas personas de las nuevas generaciones, aunque no lo pretendan, se van desligado de un patrimonio secular que siempre ha formado parte directa de cada parroquia. En Apatrigal trabajar precisamente para recuperar y dignificar esas herencias de siglos, o de milenios. Una manera de hacerlo es que los bienes estén protegidos en los respectivos PXOM. En el caso de esta abellariza, no aparece documentada, pero sí se ha incluido otra de Sendón mucho más reciente, de muy diferente distribución, con colmenas separadas e independientes.

Carme señala que por sus proporciones es un lugar excepcional. Imposible saber, tal y como está, el número de huecos para los cortizos, pero sin duda más de quince. Según el Catastro del Marqués de la Ensenada, en el siglo XVIII había unos 366.000 cortizos en Galicia, y casi todos propiedad de la Iglesia.

Un enorme patrimonio en Vimianzo, aún poco conocido

En otros tiempos las abellarizas pudieron ser comunes en Galicia, pero ya no. Y mucho menos del tipo soneirán. Curiosamente, no subsisten ni en la toponimia. El único topónimo oficial en Galicia de Abellariza está en Traba, Coristanco. El único de Alvariza, en Barro, Noia. Otra cosa es la microtoponimia, donde son más frecuentes, como la Abellariza de Cerqueda, donde hay un interesante conjunto de molinos.

En la Costa da Morte están algunos de los mejores elementos etnográficos conservados en Galicia. En concreto, en Vimianzo, en el Monte Faro, donde hay tres conjuntos diferenciados, uno de ellos con más de 20 cortizos a lo largo, todos con el esquema tradicional de piedra vertical y horizontal para protegerlos. Y también en la vecina parroquia de Cambeda, donde el conjunto es menor, pero también muy interesante. Y seguramente aún queden por descubrir.