Una docena de barcos de la zona se hundieron en puerto en 10 años

j. v. lado / t. longueira CEE, CARBALLO / LA VOZ

MUXÍA

XESÚS BÚA

Hay casos de todo tipo, desde colisiones hasta la explosión de bombas de palenque

07 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Los siniestros marítimos, algunos de ellos verdaderamente trágicos, son parte indisociable de la historia de la Costa da Morte y sus marineros, pero hay incidentes de este tipo, más o menos graves, que destacan por haberse producido bien en los propios puertos o a escasos metros de ellos. De estos casos se han registrado al menos una docena en los últimos 10 años, y eso teniendo en cuenta únicamente pesqueros de cierto porte, ya que la cifra de lanchas, chalanas o botes auxiliares multiplica varias veces esa cifra. Solo en los temporales de las Navidades del 2014 se fueron al fondo una veintena de embarcaciones.

Las situaciones como lo que el lunes por la noche sufrió el René Segundo en Muxía son menos frecuentes y casi siempre van acompañadas de un daño muy importante para las tripulaciones, que pierden, al menos de manera temporal, su forma de vida y también de complicadas, caras y vistosas operaciones de reflote.

Este catálogo de siniestros del último decenio también arranca en Muxía, con el Valencia Filgueira que el día de San Miguel del 2007 (29 de septiembre) sufrió el impacto de varias bombas de palenque de la fiesta. El viento derribó un caballete con una batería y los explosivos reventaron en el barco mandándolo al fondo.

Dos años después, el 27 de noviembre del 2009 era el Leixón de Camariñas el que entraba a puerto, entre dos aguas y remolcado por el Arpón, después de recibir un golpe en el casco a al altura de la Virxe do Monte. Algo similar a lo que le ocurrió al Madre Amelia el 15 de febrero del 2011 en las rocas próximas al muelle de Santa Isabel en Corcubión.

Sin duda, el siniestro más trágico fue el sucedido con el Tabar, que chocó con un mercante en el puerto de A Coruña el 5 de octubre del 2011 y ello le costó la vida al joven marinero Sergio Romay Veres. Más fortuna tuvieron los tripulantes del Siempre Diana, que el 4 de abril del 2013, a apenas una milla de la Punta da Atalaia de Malpica, pudieron saltar al agua y ser rescatados por el Lúa Nova, mientras su barco se hundía sin remedio con el puerto a la vista.

Ese mismo año se fue también al fondo el Playa Destorde en Laxe (9 de septiembre) y el Garea (26 del mismo mes) quedó entre dos aguas cerca del cabo C, por lo que pudo ser remolcado hasta Corcubión por otras embarcaciones de la zona.

El día de mayor siniestralidad, en lo que a estos incidentes se refiere fue el 6 de enero del 2014, con el María Cristina, de 12 metros de eslora, como protagonista en Laxe, aunque la lista de las lanchas que hubo que reflotar debido a los temporales de aquellas fechas incluye decenas de casos, con daños menos graves.

Ya el 8 de diciembre del 2016, el Siempre Urbegi, con base en Camariñas y tripulación de Corme, se hundió a unos 100 metros de la costa malpicana, por lo que precisó un complejo reflote que duró varios días.

El último caso, antes del de este lunes, tuvo lugar también en Muxía, el 15 de abril del año pasado, cuando el Hermanos Sambad quedó semihundido y, gracias fundamentalmente a Protección Civil, se pudo recuperar.

La casuística es muy variada e incluye situaciones de todo tipo, pero las más llamativas son las de los puertos de Laxe y Corcubión, que obedecen a defectos estructurales conocidos y que siguen sin una solución.

Los incidentes sacan a relucir la solidaridad del mar

Detrás de la gran mayoría de estos siniestros siempre hay una historia de respuesta más o menos lenta por parte de los servicios públicos y de solidaridad entre la gente del mar, que puede llevarse a matar, pero en cuanto un barco -ya no digamos una vida- está en juego lo pone todo para salvarlo. Así, más de la mitad de las embarcaciones siniestradas, en aquellos casos que así era posible, llegaron a los muelles a remolque de otros pesqueros, bien de la misma cofradía o de alguna de las vecinas, incluso a veces con riesgo para que el que ofrecía el remolque.