Los santos de Senande oran en vano

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado CEE / LA VOZ

MUXÍA

FERREIRO

Una decena de imágenes religiosas yacen abandonadas en una finca de Muxía

03 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

A su funeral asistieron más de 80 sacerdotes e incluso lo presidió el arzobispo de Santiago, Julián Barrio. Pero de la multitud de imágenes religiosas acumuladas durante su vida por el que fue párroco de Vilastose, Jesús Quintáns Mouzo, parece no haberse ocupado nadie desde que falleció, en marzo del 2005.

La estampa de la finca anexa a la casa que el religioso heredó de su familia, y que está a solo unos metros de donde se celebra cada primer lunes de mes una de las ferias más antiguas de la comarca, desborda expresividad. Si ya la propia iconografía de las tallas, varias de ellas en actitud orante, tiene fuerza por sí misma, verlas cubiertas de musgo, desgastadas por la lluvia y el viento y presa del inexorable crecimiento de la maleza, incrementa todavía más esa impresión. Verdaderamente parecen pedir clemencia, que alguien se ocupe de ellas, porque aunque tampoco es que tengan un valor artístico de renombre, sí cuentan una historia de devoción y en ocasiones esfuerzo de los parroquianos para honrar aquello en lo que creen.

Las imágenes, entre las que había incluso alguna talla del propio religioso, que era aficionado a modelarlas y labrarlas, nunca tuvieron excesiva suerte, porque ya en vida de Quintáns Mouzo se amontonaban por centenares dentro de la vivienda, hoy visiblemente desmejorada también por el paso del tiempo. Tal masificación y las precarias condiciones del inmueble, heredado de su padre, ya dieron un buen susto el 21 de mayo del 2002, cuando el sacerdote contaba 74 años. Un tronco de leña rodó desde la chimenea del primer piso y llegó hasta el forjado de madera, lo que desató escenas, sin daños personales, pero verdaderamente apocalípticas, porque tal cantidad de material combustible hizo imposible controlar las llamas, con lo que muchas de las imágenes quedaron destruidas del todo o casi irreconocibles.

Fue un palo muy duro para el cura, que dedicaba buena parte del día a trastear con ellas y colocarlas en el jardín, una tarea que ahora ya no hace nadie. Según explicaron algunos vecinos de edad, la titularidad del inmueble ha dado lugar a fricciones entre los potenciales herederos, aunque lo cierto es que, con desencuentros o sin ellos, los santos van camino de desaparecer entre los hierbajos, las zarzas y el musgo. Y eso que no es que estén precisamente ocultos, porque la finca se sitúa al pie de la carretera, por la que circulan a diario los lugareños y que los días de feria se llena de visitantes del entorno, que todavía mantienen la costumbre de asistir a una feria también muy venida a menos.