Sequía en la tierra de los mil ríos

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. Lado CRÓNICA

MUXÍA

31 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La Costa da Morte tiene problemas de agua. Parece un sinsentido en el país de los mil ríos, que diría Cunqueiro, pero ha quedado más que demostrado en este árido otoño que dejamos atrás. Incluso ya hay quien se plantea -el alcalde de Muxía, uno de los municipios más afectados, ya lo dijo hace unos meses- que esta situación, seguramente ligada al cambio climático, está aquí para quedarse. Las sequías se volverán, por tanto, recurrentes y cada vez va a costar más trabajo lograr el suministro necesario, sobre todo en localidades con gran carga ganadera, ya que una vaca de alta producción estabulada consume entre tres y cinco litros de agua por cada uno de leche que produce: unos 150 al día, por tanto.

Hay algunas obras previstas y los proyectos para el abastecimiento se van con frecuencia a los varios cientos de miles de euros. De hecho, una de las inversiones más grandes realizadas en Carballo en los últimos años fue precisamente para eso, para captar agua. Y solo una capital municipal, Zas, funciona sin un sistema de suministro de agua público.

Cabe preguntarse por tanto, cómo se ha llegado hasta aquí, y no hace falta ser ingeniero hidráulico para darse cuenta de que a ciertos condicionantes se han sumado una lista no menos abundante de despropósitos que, llegados a este punto, solo conducen a un camino: la huida hacia adelante.

Para encontrar una aldea de la comarca que no tenga en el propio lugar, en el vecino o, como mucho, dentro de la parroquia un manantial con capacidad suficiente para abastecer al número cada vez más exiguo de vecinos, seguramente habrá que hacer muchos números. Durante más de la mitad del siglo pasado -el agua canalizada tampoco es tan antigua en la mayor parte de la zona- la gente supo verlo. Pese a que eran tiempos de recursos técnicos escasos y en los que todavía se iba a los juzgados por un derecho de regadío, las diferentes comunidades fueron articulándose por sí mismas para hacer obras en las que, a lo sumo, el Ayuntamiento de turno les ponía la pala.

Todo ese sistema, de agua de máxima calidad, gasto energético cero y coste nulo, una vez realizada la instalación, que todavía funciona en la gran mayoría de los núcleos rurales de la comarca, se está viniendo abajo, gracias a una gestión política obtusa y un cambio de concepción social, en el que parece que la Administración está obligada a darlo todo hecho. Así se gastan millones de euros en obras, que implican otros cientos de miles en la electricidad de los bombeos para que, al final, en varios municipios de la zona darle un trago al agua del grifo sea de lo más parecido a hacerlo con la botella de lejía.