Es más importante creer en lo propio que esperar el maná

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

MUXÍA

19 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya nada ha vuelto a ser lo mismo. Desde aquella noche en la que un técnico de señales marítimas avisó de que no era cierto que el Prestige estaba amarrado y podía suponer un peligro, la Costa da Morte es otra. Ojo, que un mes antes, un enorme gasero estuvo a punto de estamparse contra la punta de A Barca de Muxía. Casi pasó desapercibido, pero el riesgo existió. Menos mal que le dieron remolque a tiempo. Una demostración de que este rincón atlántico siempre tiene todos los boletos para el sorteo de las desgracias.

¿Como es la Costa da Morte quince años después del Prestige? En estos tres lustros ya somos 11.000 menos, como si a dos concellos de este territorio se los hubiesen tragado las mismas aguas que deglutieron el fatídico petrolero. Once mil almas son demasiadas. Como para no echarlas de menos. Somos una comarca con menos músculo, mucho más vieja y con el futuro en entredicho. Además, la han dejado que fuese entrando en años, que es lo peor que le puede pasar a un territorio. Irse muriendo poco a poco es la peor condena para una comunidad.

Estos días, aquella bañera flotante ha vuelto a la actualidad al cumplirse los 15 años del desastre. Son días de muchos recuerdos, pero lo bueno es que a gran parte del personal lo que más le viene a la memoria es la marea de solidaridad: la gente, que, en realidad, es lo que importa.

Con las cuadernas del vetusto petrolero, tembló nuestra sociedad. Nuestras inseguridades y carencias salieron a flotar por encima del chapapote. La evidencia era tan clara que las Administraciones empezaron a hacer listas de inversiones y desagravios. Tres lustros después tenemos un tramo de una buena autovía, algunos de los parques industriales prometidos, el puerto en Brens, la vía de alta capacidad de Cee a Sardiñeiro y un parador que ahora parece que lleva camino de serlo. Se ha gastado mucho dinero, pero entre la crisis y la tardía llegada de las infraestructuras, el efecto se diluyó en parte. El retraso siempre acaba ahogando las oportunidades. La realidad se fue modificando hasta hacerla distinta a cuando se plantearon las necesidades. Los parques empresariales empiezan a arrancar ahora después de una cruz de tojos. Ya no todo es pesimismo. Sin embargo, nuestros concellos vagan entre la imposibilidad y la recuperación. El volumen presupuestario de Carballo se acerca al de aquellos tiempos, pero otros carecen de secretario, interventor o arquitecto, o de todos a la vez. Es hora de ir sacándose de encima el manto negro. Es más importante creer en lo propio que esperar el maná de fuera.

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