La humedad que rezuman los muros, lejos de detenerse, sigue dificultando mejoras interiores

La Voz

MUXÍA

09 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El mes que viene se cumplirán dos años de la entrega de las obras de rehabilitación de Nosa Señora da Virxe da Barca, después de que un incendio redujese el tejado a cenizas en las Navidades del 2013. La primera consecuencia de aquel desastre fue que el templo pasó el invierno, que vino cargado de temporales, incluido el que partió la Pedra de Abalar, desprotegido, con la lluvia colándose por todos los rincones.

Los técnicos encargados de la reconstrucción explicaron que los muros, de casi dos metros de grosor y con una cámara intermedia rellenada de barro se habían empapado por completo y no existía forma de secarlos, más allá de esperar que, con el paso del tiempo, la humedad acabase de rezumar. De hecho, el revoco interior es lo que se conoce como una capa de sacrificio, destinada a prestar un servicio temporal, para luego sustituirla por una permanente.

Sin embargo, a día de hoy, el agua, a pesar de los deshumificadores industriales instalados dentro, no da signos de remitir. Según el cura, «cada día vai a máis» y el motivo abría que buscarlo en los propios acabados del edificio: un encintado de las piedras de cantería «deficiente» y la carencia de canalones que recojan el agua del tejado. Esto, siempre desde el punto de vista del párroco, provoca que el viento impulse la lluvia que viene de la cubierta hacia los muros exteriores que, en lugar de secarse, siguen filtrando humedad al interior.

Como es lógico este problema dificulta cualquier actuación interior, como la del ansiado nuevo retablo del altar mayor.