Adriana Reigía: «Empecei a atar aos 12 anos e agora teño os discos das vértebras desfeitos»

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

MALPICA DE BERGANTIÑOS

ANA GARCIA

Persona con historia | La redera malpicana también mantiene las costumbres del entroido en su pueblo

16 mar 2023 . Actualizado a las 08:02 h.

«Sábenos moito o viño. Imos por todos os bares», dice Adriana Reigía (Malpica, 1965). Forma parte de a tropa dos Pardo, un grupo de cuatro parejas de amigos y parientes que los fines de semana animan Malpica como se hacía antiguamente. «Non quetemos que se perda a tradición de cantar polas tabernas», reconoce. Lo mismo entonan Na beira do mar, que O señor cura, que Cómo baila Carmiña... El caso es que haya ambiente en el pueblo. «Está morto, somos poucos e polo menos a xente que vén que marcha contenta».

Ella y sus compañeros son responsables también de buena parte de la animación del entroido. «Son as mellores festas do ano», dice. Empezó a disfrazarse cuando era una niña. «Poñía calquera cousa, un sombreiro, roupa vella, tapábamos a cara e iamos polas casas pedindo», recuerda. Les daban «algún realiño, eses do furadiño, e un patacón, que xa existía», rememora. Con eso se iban a los niños a comprarle dulces a Matilde o a la «tía Pepiña de Corme», los dos puntos en los que procuraba detenerse la pandilla. «Fixemos traxes de romanas e, como non daba tempo ían hilvanados, coa puntada larga. Polo camiño perdiamos a metade do vestido, pero por debaixo levabamos un camisón de franela. Como non había cartos faciamos todo con trapos vellos, co que había na casa», recuerda.

Ella es la única mujer de los cinco hijos que les sobrevivieron a sus padres. Él era emigrante. Se pasó unos 30 años en Holanda, con visitas contadas a Malpica. Ella trabajaba en el puerto, cargando cajas de pescado, llevando las tradicionales zocas que ahora su hija se calza en el entroido en recuerdo de su madre.

Adriana también trabaja en el puerto. Es redera, de las artes de cerco. Ahora puede trabajar en la nave del muelle sur, pero hasta el 2005 soportó las inclemencias del tiempo al igual que sus compañeras. Horas de trabajo bajo la lluvia y el calor y en una posición forzada le han dejado una serie de secuelas físicas difíciles de superar. «Empecei a atar aos 12 anos e agora teño os discos das vértebras desfeitos», dice. Va a cumplir 59 años y tiene claro que tendrá que seguir hasta los 67 para poder jubilarse, pero no tiene nada claro si podrá continuar. Se queja de que no se han reconocido enfermedades profesionales en su sector, cuando está claro que el trabajo de redera tiene un coste físico claro. Ahora trabaja en la elaboración de un paño para una red de cerco que viajará hasta Euskadi, donde tienen ahora base muchas tarrafas de la zona debido a la campaña de la anchoa.

Adriana fue el colegio hasta los 12 años. Se sacó el graduado escolar y después se puso a trabajar como redera. Sus primeros conocimientos los logró con apenas 9 años. Era una niña inquieta, que quería aprender de todo. Su primer entretenimiento fue con la peluquera que peinaba a su madre. Loliña de Barbeira. Era una niña muy espabilada y habladora y a su madre le ofrecieron trabajo para la niña, pero se negó. Era demasiado pequeña. Sí aceptó que fuera «por chiste». La mujer estaba relacionada con los barcos de cerco y empezó a dar a la niña, ávida por los trabajos manuales, sus primeras nociones de atadora. Quien terminó de formarla fue su cuñada, Carmen Garrido, más conocida por el apodo de su hermano, que era Vidas. Así es como empezó en un oficio relacionado con el mar, al igual que su marido, Carlos Chouciño, y tres de sus cuatro hermanos. Solo uno de ellos tiene trabajo en tierra, aunque otro reside en Perú y se ocupa de los barcos de su suegro. Su esposo es lonjero después de haber tenido un barco, además de buen cantante. Ella dice que no era tan festeiro cuando lo conoció, pero que ha terminado por hacer que se parezca mucho más a ella.

Tortillas de Pascua y xurelos lañados para recordar el sabor de otros tiempos

Ahora que viene la Pascua, Adriana ya tiene en su menú las preparaciones más tradicionales de estas fechas, las que preparaba también su madre. Recuerda especialmente la tortilla, de huevos y un pedazo fino de tocino que hay que introducir cuando aún no está cuajada. En el entroido prepara follados para todos el mundo, los reparte por Malpica, además de xurelos lañados, una especialidad que recuerda de toda la vida.

Cuando era el tiempo en que este pescado era más abundante su madre traía a casa una caja o más. Los hacía en filetes y los salaba. Durante nueve días tenían que estar protegidos de la luz y después los utilizaba en caldeirada o con aceite crudo y cebolla, como los reparte ella, acompañados de cachelos. Mantiene esa preparación que permitía mantener el pescado largo tiempo.

De su casa recuerda las pocas visitas de su padre y que fue educada igual que sus hermanos. Todos tuvieron que aprender a hacerse la cama. Era cuatro varones, «pero non podían conmigo», dice divertida.

El mar

La relación de su familia con los oficios del mar se terminará porque su hija hizo Magisterio y está preparando oposiciones.

Reconoce que en su sector hicieron algunas cosas mal. Algunas de las mujeres que le enseñaron y fueron sus compañeras les aconsejaron que no pagaran la Seguridad Social, que no había necesidad. «Non había que nos abrira os ollos», señala. Ahora lo lamenta. «Todo o mundo que empeza a traballar ten que cotizar», dice. Todavía le queda mucho para poder jubilarse con toda la paga. Tendrá que esperar.