Pero su fiebre constructora la había practicado ya en San Isidro de Montes, donde había renovado la rectoral y la propia iglesia, «que non se podía deixar caer», decía. En el mismo Salto restauró el templo antiguo, así como la ermita de San Bartolo, y amplió el cementerio, todo en piedra. Cuando se tuvo que hacer cargo de las parroquias de Tines y Castrelo, procedió, asimismo, a la recuperación total de los respectivos templos.
Después de 35 años, en 1997, pasó a ocuparse de San Xulián de Malpica, a donde trasladó su vorágine edificatoria. Arregló la rectoral, la ermita de Santo Hadrián y la propia iglesia de San Xulián, y cuando se hizo cargo de Xornes también renovó gran parte del templo de esta localidad pontecesana. Tal vez esa pasión le venía de su abuelo, que era constructor, explicaba.