Lino Haz: «Cando empecei, desprezábase aos pescadores porque pasabamos fame»

nicolás pose / X. A. CARBALLO / LA VOZ

MALPICA DE BERGANTIÑOS

Ana Garcia

LOBOS DE MAR | Con 83 años sigue disfrutando de salir a pescar por Malpica en su lancha de recreo

17 jul 2021 . Actualizado a las 11:52 h.

Lino Haz (Malpica de Bergantiños, 1938), a sus 83 años, sigue embarcándose en su lancha de recreo para salir a pescar. «Cando as pernas e o bo tempo mo permiten», comenta. Desde los 10 años, que esperaba con ansias librar de su turno como recadero y tonelero en la fábrica de salazón de Malpica para ir a pescar al muelle, hasta el día de hoy, tras más de 70 años, mantiene la pasión por el mar, aunque confiesa que, en sus inicios, se mareaba al subir en el barco: «Se paraba un par de días, ao volver a embarcar, non aguantaba as náuseas, e iso durante os primeiros tres anos». Estos tiempos de inicio, en la posguerra, fueron los más difíciles. Cuenta que la vida de pescador era de las más duras «porque un labrador traballaba e, polo menos, tiña para comer o que plantaba, pero o peixe non se valoraba naquel momento». Dice que las chicas, a las que intentaban cortejar los jóvenes malpicáns en la sala de bailes de la zona, llamaban a los marineros «pescos rabudos» y se reían de ellos por no tener qué llevarse a la boca.

Actualmente, es uno de los pescadores más experimentados del municipio y guarda un conocimiento extenso de los mejores lugares del litoral para extraer recursos, los accidentes geográficos que pueden suponer un peligro, los pecios de las inmediaciones o el uso de todas las artes tradicionales de bajura, a la que le dedicó la vida. «Traballei en tódolos oficios, aínda que o que máis me gustou foi o palangre», valora Lino.

De familia con tradición marinera, a los 13 años inició su carrera en el Lola, un barco de vela y remo donde faenaba con su tío y su padrino en la captura de abadejo. Armados únicamente con un reloj, para saber la hora; un compás, para la dirección, y una sonda, para medir la profundidad, embarcaban al atardecer para ir a la línea. Tras el Lola, estuvo dos años en una tarrafa. Se llamaba el Ya está bien, en el que fue largador hasta los 18 años, cuando se desplaza a A Coruña para hacerse mecánico naval y, al término de sus estudios, retorna a Malpica, enrolándose con su nuevo oficio en el Gloria.

Ana Garcia

En 1958, con 20 años, interrumpe su vida laboral para hacer el servicio militar y, al volver, con 22 años, se casa con Ilumina y empieza a formar su familia. También faena un tiempo con su suegro en el Anuncia. Iban con trasmallos. En su siguiente destino, el cerquero Santa Teresa de Jesús, lleva a cabo unos de sus trabajos más extraños. Cerca de la playa de Seaia encalló un buque inglés que transportaba azúcar. «Nós chamabámoslle o Princesa Morena», narra Lino. El Santa Teresa fue la embarcación encargada de transportar, saco a saco, el dulce cargamento hasta la fábrica de salazón. «Vixiábanos a Garda Civil como se levásemos ouro», rememora. Lino recuerda que el alcalde de aquella época subió al mercante accidentado desde tierra «e roubou os pocillos e os pratos de porcelana. Escoitábanselle nos petos cando baixaba do barco porque a plataforma movíase», denuncia.

Un historial perfecto

Tras dejar el Anuncia, pasó brevemente por otro pesquero y, finalmente, en 1978, se hace el patrón del Santo Domingo, hasta el 2003, año de su retiro como profesional a los 68 años. Desde el inicio de su vida laboral, hasta su jubilación, afortunadamente, nunca ha sufrido un naufragio ni ha perdido a un compañero de faena de su barco, un historial completamente limpio.

Lino sí ha sufrido sustos, principalmente caídas de marineros por la borda: «A un agarreino polos pelos antes de que caera». En esos momentos, para el veterano pescador, lo principal es llamar a todos y hacer recuento. Recuerda que un tripulante del Santo Domingo salió volando de la cubierta enredado en el aparejo y, tras el recuento, viró el barco para rescatarlo. «Ao final foi un susto, pero xubilouse do mar despois deso», aclara.

Ana Garcia

«Meu irmán, na auga, só se preocupaba porque perdera unha das botas de goma»

Lino nunca ha sufrido una pérdida, pero entre las caídas de sus compañeros, uno de los accidentados fue su propio hermano. Trabajando en el Anuncia, el pesquero de su suegro en el que empezó con 22 años, volvían una noche de la lubina cerca de las Illas Sisargas y, creyendo que otro barco llamado Monte Nariga los iba a embestir, su hermano se tiró al agua. Rápidamente, su suegro viró en redondo y, a oscuras, lograron encontrarlo a gritos. Tras 15 minutos en el agua, cuando lo iban a subir, se llevaron una sorpresa: «Meu irmán só se preocupaba porque, ao caer pola borda, se lle afundira unha das botas de goma, que parecían feitas de pneumático, e perderaa na auga».

En otra ocasión, Lino y la tripulación del Anuncia habían ido al cine de A Coruña para tomarse un descanso tras descargar el pescado en la lonja de la ciudad. Cuando volvían a embarcar, subiendo por las escaleras, que en aquella época se colocaban verticalmente en el barco, el malpicán divisó a un hombre semihundido agarrado al fondo de la escalera. «Caera ao pasar dun barco a outro», explica. En ese momento, Lino, manteniendo la calma, pidió a todos sus compañeros que subieran al Anuncia para despejar la pasarela. Sin embargo, el desconocido se negaba a agarrar su mano: «Díxome que se soltaba a escaleira, afundía de todo». El propio Lino cogió el bichero, un palo de madera de varios metros con una punta de hierro, para «pescar» al náufrago. «Agarreino pola correa do pantalón e tirei del para arriba», narra. Tras subirlo, lo desnudaron y le dieron ropa seca. «Ao día seguinte vino coa súa muller pola Coruña e nin sequera se parou a saudar», comenta entre risas.