-¿Tiene un menú especial para músicos?
-No. De hecho, la primera vez que vino Eva Amaral la peté a marisco y no comió ni el primero.
-¿No le gusta?
-No, le encanta el jamón asado.
-¿Me cuenta alguna cosilla contable de Nacho Vegas?
-Cuando vino a tocar en el Ágora, Nacho Vegas llegó desde Gijón en el Alsa y se iba a unir con León Benavente en A Coruña. Ya que él llegó antes, me estuvo explicando cómo hacer un catxopo. Ese día hacía un frío tremendo. Entró el grupo y venían todos pálidos. Así que les ofrecí caldo.
-¿Y no se pone nerviosa con tanto famoso para cenar?
-Es que la procesión va por dentro. Solo me pasó una cosa con Ariel Rot. Me tuve que ir fuera porque estaba hiperventilando. [Risas] ¡Es que es guapísimo!
-Enfocó el Bristol hacia el tema musical y triunfó. ¿Qué está maquinando en la actualidad?
-Me gustaría encaminarlo más hacia la promoción, hacer eventos... En definitiva, repartir cultura. Ya colaboro con el Nordestazo de Malpica y eso para mí es de los mayores orgullos que siento.
-También apoya el deporte con los Bristol Tigers…
-Sí, es nuestro equipo de baloncesto. Cultura y deporte son muy importantes para nosotros. Y creo que los bares somos las auténticas redes sociales.
-Pues siempre se dice que Twitter es como la barra de un bar.
-¡Ya le molaría a Twitter ser como la barra de un bar!
-Usted celebró el 20º aniversario del suyo en el Teatro Colón.
-Y montamos la barra del Bristol en el escenario del teatro. Además, todos los músicos a los que llamamos se sumaron a la iniciativa. Esa es la idea. Es que un bar no es solo poner cafés. Tiene que ser un local que te marque, con identidad.
-Y, en fin de Año, da las doce campanadas con una cacerola.
-Es el día más grande del año en el Bristol: «El fin de año adelantado». Doce gominolas, champán y yo doy un discurso. [Risas]