Cuando ir al cine costaba una peseta

Marta López CARBALLO / LA VOZ

MALPICA DE BERGANTIÑOS

Grandes tesoros se esconden tras las puertas del Salón Galicia Cine, que lleva cuarenta años cerrado al público

05 feb 2022 . Actualizado a las 22:30 h.

Hay lugares que envejecen de forma diferente al resto y no pierden esa esencia de antaño. Eso es lo que se siente al atravesar las puertas del viejo cine de Buño. Nada más poner un pie en el Salón Galicia Cine nos embriaga una sensación de familiaridad, un olor a largometraje hollywoodiense, un pequeño susurro de las melodías de Cantando bajo la lluvia o de la sensual voz de Rita Hayworth en Gilda.

A la derecha, la taquilla, donde la familia propietaria conserva aún centenares de tickets. De frente, la gran escalinata por la que se accede al patio de butacas. «Este foi durante moitos anos o mellor cine da comarca», explica Liso Sánchez, que regentó desde los cincuenta hasta el año de su cierre, el 1978. Los pequeños detalles marcan la diferencia: acabados señoriales en escayola, butacas móviles de castaño, un gran escenario y unas lámparas propias de las mejores salas atraían a espectadores de toda la Costa da Morte. «Ademais dos veciños de Buño, viñan tamén de Carballo, Malpica, Ponteceso... Nós, ademais, tiñamos baile antes das sesións, e iso atraía á mocidade», explica el ex gerente.

Liso Sánchez, en el patio de butacas.
Liso Sánchez, en el patio de butacas. ANA GARCIA

Todavía tienen, de hecho, los tocadiscos originales, de esos «de agulla», que cuando se gastaba y había que reemplazarla «¡raiaba o disco todo e había que tirar con el!», recuerda Liso entre risas. Demasiados recuerdos.

Aún conservan un proyector de películas de los años cuarenta

El salón está plagado de pequeños tesoros en todas sus estancias: bolsas repletas de viejas entradas, toda una pila de carteles que colocaban en el exterior para anunciar las novedades y hasta los indicadores para «mayores» y para «todos los públicos».

La joya de la corona, sin embargo, es un antiguo proyector que data de los años cuarenta y que, pese a que fue adaptado en su día para conseguir más potencia, conserva su aspecto original. En esa misma sala, que uno podría considerar la más importante del cine, allí donde ocurre la magia, también guardan un tocadiscos, los mandos de control, los artefactos para rebobinar las cintas y hasta la silla donde solía sentarse el operador durante toda la sesión para controlar que la maquinaria funcionase bien.

Sánchez, junto a un tocadiscos que empleaban para poner música antes de las proyecciones.
Sánchez, junto a un tocadiscos que empleaban para poner música antes de las proyecciones. ANA GARCIA

El Clavo, de Rafael Gil y protagonizada por Amparo Rivelles y Rafael Durán, fue el primero de los centenares de largometrajes proyectados en Buño. Después vendría la época de los grandes musicales, cuando las niñas eran Dorothys y los niños Gene Kellys. Algo que no ha cambiado demasiado: ya a mediados de siglo triunfaban las americanas. «O cine español non se vía moito».

Censura franquista, NO-DO y alguna visita de la Guardia Civil

Era raro el fin de semana que no se completasen las algo más de cuatrocientas localidades del Salón Galicia Cine. Había proyecciones los domingos, los lunes y en ocasiones especiales y, por lo que las películas solo podían verse dos veces, como mucho, a no ser que tuviesen muy buena aceptación. Fue el caso de Sin novedad en el Alcázar: «Proxectámola, polo menos, durante unha semana enteira, todos os días».

Liso Sánchez, propietario del cine, con una entrada de los últimos años en los que estuvo abierto, cuando el precio por butaca era de 20 pesetas.
Liso Sánchez, propietario del cine, con una entrada de los últimos años en los que estuvo abierto, cuando el precio por butaca era de 20 pesetas. ANA GARCIA

Cuando abrieron, el precio era de una peseta por butaca, y se pagaba 0,50 por entrar al gallinero (la parte alta); pero cuando el se incorporó, en los cincuenta, ya cobraban alrededor de tres pesetas. «Nada que ver cos prezos de agora, daquela era accesible a todos, agora non o é», opina Liso.

Era tal el volumen de espectadores, que recibían con frecuencia la visita de la Guardia Civil para comprobar que no hubiese exceso de aforo; aunque también lo hacían para supervisar la emisión del NO-DO (noticiero franquista) y que no se proyectasen películas no permitidas. Respetaron siempre las listas de censura, excepto cuando lanzaron La gata sobre el tejado de Zinc. «Non era tampouco moi forte, pero para a época... ¡Tiña delito!».

Junto a los pósteres de las películas también se colocaban estos carteles que indicaban el tipo de público aconsejado: mayores o todos los públicos.
Junto a los pósteres de las películas también se colocaban estos carteles que indicaban el tipo de público aconsejado: mayores o todos los públicos. ANA GARCIA