«Meu pai queríame chamar Generoso e puxéronme Miguel. É o destino: agora son Generoso»

La Voz

MALPICA DE BERGANTIÑOS

09 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Los cambios de nombre tienen protagonistas de muchas edades. Con 36 le pasa, por ejemplo, a Miguel Blanco Blanco, de Malpica. Miguel para algunos, los del círculo más familiar, porque para la mayoría es Generoso, como su padre: «Meu pai xa me quería chamar así como el, Generoso, pero os outros non quixeron e bautizáronme Miguel. Agora son Generoso: é o destino», bromea.

Lo es desde hace unos veinte años, aunque no recuerda exactamente cuándo. «Estaba xogando nos xuvenís. O entrenador referíuse a min como Generoso, e xa me quedou dende aquela», explica.

No es infrecuente recoger el nombre del progenitor o de un ascendente, pero la casuística es muy amplia. Josefina Barrientos Lema (82 años) es de Santa Cristiña, en Berdoias-(Vimianzo), pero desde que se casó hace 60 años (los celebró el año pasado) vive en Caxadas con su marido Fidel Roget. Es raro encontrar a alguien que se dirija a ella con el Josefina por delante. «Só pasa ás veces, cando ten que ir ao médico e chaman por ela na porta así, aí está atenta. Pero se alguén lle di ese nome pola rúa, seguramente non se decatará», indica. Es Dora para todos. El origen del cambio también es llamativo. La madrina le quería poner Dora cuando la bautizaron, y así lo hicieron, pero al ir a inscribirla su padre al juzgado, decidió que se llamaría Josefina, en recuerdo a una sobrina que había fallecido. Por tanto, en los papeles quedó esa denominación. Como en la iglesia había otra, incluso tuvo algún problema a la hora de realizar determinados trámites. Pero en la vida real, el Josefina solo sobrevive legalmente.

Casos como este son más frecuentes de lo que parece, aunque suelen pasar inadvertidos por entender que un nombre de toda la vida es real. Pero para frecuencia, la de los apodos, los motes familiares, que en la forma tiene que ver con los anteriores, aunque no en el fondo. Los apodos (a veces se confunden con diminutivos o evoluciones del propio nombre) están muy asentados en la Costa da Morte, sobre todo en los pueblos marineros. En Camariñas (y en más lugares) llegaron a realizar una guía telefónica con ellos, cuando todavía había guías y se llamaba a los fijos. En determinados barrios, los raro es no tener apodo. Y el que no lo tenía, por hacer todo lo posible por evitarlo, tampoco se libraba: Cándido Pazó lo ejemplificó muy bien al narrar el caso del excesivamente cauteloso: le quedó O Precavido.