El paraíso surfero de Nemiña clama por servicios, regulación y soluciones

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. Lado CEE / LA VOZ

LAXE

BASILIO BELLO

Las prohibiciones han tenido un efecto nulo para frenar la masificación en Soesto

20 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«Amador, no se puede entrar entonces». «Pois non, xa vés». Esta breve conversación entre el coruñés Javier Pardo, que lleva 10 años surfeando en Nemiña, y Amador Vilela, que hasta Semana Santa tenía un área de autocaravanas para la que no ha conseguido autorización, resume la situación de ayer en la paradisíaca playa muxiana, donde a mediodía más de 300 personas disfrutaban del baño y de los deportes acuáticos, pese a la falta espacios habilitados, servicios y toda la problemática que arrastra el arenal. Una situación muy parecida a la de Soesto y Traba (Laxe), donde las prohibiciones establecidas han tenido efectos nulos a la hora de regular la afluencia hasta el punto de que ayer había varios puntos colapsados y conductores clamando desde sus vehículos en la cola: «Pero coa cantidade de leiras que hai, ¿non poderían abrir unha?».

En Nemiña, ayer a las dos menos cuarto de la tarde, había siete tiendas de campaña instaladas solo en la pista de Frixe, pese al cartel de Costas al que, de hacerle caso, prohibiría incluso la circulación, mientras que en la finca habilitada por el Concello -que todo hay que decirlo no tiene las mejores condiciones- se encontraban estacionados tres turismos y una autocaravana.

Los habituales, como el televisivo Juan Ibáñez (Trancas de El Hormiguero) ven deficiencias y consideran que «hay que hacer algo porque la gente va a seguir viniendo haya espacio o no lo haya y esto se va a masificar». De ahí que abogue por habilitar áreas para furgonetas y caravanas en condiciones.

La catalana Dolores Iserga Mezquita, que veranea en Nemiña con su marido, Álex Barbero, desde hace seis años de manera consecutiva, es más dura y se queja por cuestiones varias: desde que el Concello no mantiene limpios los miradores, hasta la pasividad de las fuerzas de seguridad. «Hay que ser malo. A mi en Formentera me pusieron 300 euros de multa y no se me ocurrió volver a poner la furgoneta. De nada sirve que pongas carteles si no mandas vigilancia, porque a algunas personas, como a Amador, lo machacan vivo, mientras otros hacen su vida como les da la gana», afirma Dolores, quien destaca que este es el primer sitio en el que repite vacaciones y lo considera «un paraíso que hay que proteger».

De todas formas, también hay quien se considera directamente afectado por estas polémicas, que transmiten una imagen distorsionada de Nemiña y provocan que alguna que tenía previsto venir se lo piense antes. Es el caso de Rodrigo Vales, que tiene una escuela de surf, y señala que «no se le está haciendo ningún favor a los que queremos trabajar legalmente y buscar aquí salidas económicas distintas a coger la maleta». De ahí que invite a poner el foco sobre las Administraciones y no sobre los surfistas que, en su inmensa mayoría, son conservacionistas y respetuosos.

«Nos echaron a las dos de la mañana»

 Javier Pardo lleva 10 años surfeando en Nemiña desde que eran «cuatro furgonetas» hasta que el año pasado la Guardia Civil los hizo levantarse e irse a las dos de la mañana. Pide «un sitio en el que estar tranquilo».